Me levanto de la siesta. Me cruzo con mi hijo de veintiún años con el abrigo puesto, a punto de salir a la calle. Creo que ya supera mi estatura. Me da un beso.
Nuestros hijos adultos no saben el tesoro que son sus besos para nosotros. Todavía lo guardo en la mejilla. La vida tiene sentido por estas pequeñas cosas.
domingo, 13 de enero de 2019
Trece de enero
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9 comentarios:
Vaya. Mi hijo le dobla en edad en estos momentos. Esa situación artimética no volverá a producirse en cuanto uno de ellos cumpla años.
Desde que se convirtió en adolescente no hemos vuelto a besarnos. Nos saludamos con un abrazo o chocando un puño contra otro.
Tampoco nuestros padres mayores saben lo importante que son sus besos para nosotros. O si.
Saludos.
Yo nunca he sido muy besucón hasta ahora, ya de mayor. Pero, no sé en Madrid, en Navarra y Aragón nos besamos mucho. Yo a mi padre le he besado toda la vida, y ahora con un amor adulto que jamás imaginé en la adolescencia. Son costumbres. A mí me gusta que mi hijo me bese. No, no me gusta: me derrite de amor. Me recuerda a cuando era un bebé, veo pasar el milagro de sus veintiún años delante de mí, y espero que no deje de hacerlo nunca.
Un abrazo, Nán.
Manuela, como padre mayor (55) creo saber lo importantes que son. O no.
Saludos.
(En momentos determinados, cuando acaso menos los merecerían, los besos son más importantes que nada en el mundo)
Me has emocionado de felicidad.
Cuando mis padres murieron durante mucho, mucho tiempo eché de menos sus voces y sus besos. Los dados y los recibidos. Mis padres eran mucho de besos y de abrazos incluso en los momentos malos que a cierta edades damos los hijos.
Nos encanta besar a nuestras hijas y que nos besen. Hace siete nació Juncal y aunque no sabe besar lleva el mismo camino. acerca la carita para que la besemos. No sé cansa nunca.
Gracias.
Luna
Perdón
Hace siete meses.
¡Hola, Luna! ¡Un beso!
Qué nombre precioso: Juncal. Precioso, qué bonito.
No hay nada como un beso de verdad (como el que te di al principio).
Y otro, Luna.
Hola, Jesús: me alegra que escribas de nuevo.
Besos, abrazos y charlas de corazón a corazón: eso es lo que tengo cuando viene mi hija de Londres. Y lo que echo de menos cuando se va, claro.
Un beso
Ay, Elvira, no sabes cuánto me gusta verte por aquí. Ya sabes que te tengo mucho cariño. Un beso fuerte.
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