lunes, 28 de enero de 2019

Veintiocho de enero

Este día común muere poco a poco, aunque tú y yo sabemos que ningún día es común. Yo, por ejemplo, antes de ponerme a escribir esta noche, tuve una conversación de vídeo-llamada con mi mejor amigo. Charlábamos y reíamos mientras él luchaba con un tronco demasiado grande en su chimenea de Girona. Me maravillan estos adelantos tecnológicos: él me veía y yo lo veía a él hasta que desaparecía en dirección al fuego y regresaba a la pantalla. En diciembre estuve allí, en su casa junto al bosque, conozco sus estancias, la esquina donde está la chimenea. Era divertido. Compartimos amor desde más de la mitad de nuestras vidas, allá por nuestros veinticuatro o veinticinco años, y digo amor porque para mí la amistad es una muestra de amor tan importante como la de la pareja o la de la familia.

Poco a poco voy aprendiendo cosas. No soy demasiado inteligente pero voy aprendiendo cosas. Poco a poco voy sabiendo qué es importante y qué no lo es. El amor, por ejemplo, sé que es muy importante, yo diría que es lo más importante de todo. No puedo concebir el mundo sin amor incluso en mi trabajo diario, incluso con personas que no conozco de nada. Es un amor diferente, claro está, pero contiene algo de ese sentimiento gratuito e ilimitado. El pequeño amor de ayudar a alguien. El pequeño amor de dar los buenos días a una vecina que lleva a sus niños al colegio cuando tú te diriges al trabajo. El pequeño amor de dar las gracias a la cajera que acaba de pasar toda tu compra por el lector de códigos de barras.

Deberíamos tomarnos más en serio lo que somos y lo que significamos para los demás. La mayoría de los mejores pequeños actos diarios no cuestan ningún esfuerzo. Este día de enero se consume. Debo acostarme si mañana quiero estar en las condiciones necesarias para trabajar. Cerraré los ojos y despertaré en otro lugar.

6 comentarios:

fernando dijo...

Tus escritos, Jesús, son un gran acto de amor.

Por ellos te estoy muy agradecido. Al leerlos, el momento se ilumina y se llena de una grata ligereza, de una levedad capaz de desatar los nudos enquistados de los sinsabores cotidianos.

Un abrazo

NáN dijo...

Empecé a leer este blog por el amor que mostrabas con los que iban a tu oficina y tú hacías por ellos lo que tenías y podías hacer, pero además hablabas, hacías que se sintieran personas. Ese plus es amor del bueno, del que podemos dar, si queremos, a las personas con las que estamos en contacto.

Ahí no ha habido variaciones, sigues igual.

Elvira dijo...

Me emociona lo que dices, Jesús. Y lo comparto totalmente.

Un beso, amigo!

Jesús Miramón dijo...

Jó, no sé qué decir... Gracias, amigos (y amiga). Besos y abrazos.

Manuela Fernández dijo...

El amor y la empatía para compartirlo es lo que hace que el mundo siga girando. Un saludo.

Jesús Miramón dijo...

Un saludo, Manuela.

(Me encanta tu nombre. Durante el instituto estuve locamente enamorado de una chica que se llamaba como tú. Nunca más supe de ella)