Cuando contemplo el mundo políticamente mi natural optimismo, que no sé de dónde nace, da un pequeño paso atrás e incluso se detiene, asustado.
A mí lo que más me preocupa es el auge de los nacionalismos: Trump, Vox, Hungría y Polonia en Europa, Cataluña en España. Es como si, como especie, no hubiésemos aprendido nada de la historia.
Si fuese un superhéroe volaría sobre las ciudades y los campos y pelearía por la abolición de las fronteras, de todas las fronteras: las marinas, las cordilleras montañosas, los ríos. Ya en el reino de la utopía crearía un único gobierno mundial, una confederación como las de las novelas y películas de ciencia ficción. ¿Es justo que alguien que nace a tres mil kilómetros de aquí tenga una esperanza de vida diez o veinte y hasta treinta años inferior a la de nuestros hijos? No lo es. De ninguna manera lo es. El futuro de mi planeta no es el nacionalismo, es la consciencia de lo que somos en realidad como humanos, algo que si mañana asomara a través de las nubes del cielo una nave extraterrestre comprenderíamos en una milésima de segundo. Porque el nacionalismo se nutre de lo pequeño, del rencor, del victimismo, de la falta de visión global de lo que somos y lo que nos espera.
Yo nunca he pretendido convencer a nadie de nada. Sé que es imposible. He escrito sobre ello. Somos tan sonrientemente radicales en nuestras convicciones que da igual todo lo que nos digan, encuestas, estudios que demuestran que España está entre las veinte democracias más avanzadas del mundo. Es inútil, y, aunque me cuesta mucho por mi carácter, comienzo a rendirme ante la pelea dialéctica. Rendirme, en mi caso, no es dar la razón al adversario sino dejar de discutir porque sabes que su fanatismo jamás le permitirá escucharte de verdad.
Vivo en una comunidad políticamente pequeña, una región cuya una de sus principales preocupaciones es la despoblación del medio rural. Aragón es muy grande geográficamente pero, en relación con otros territorios, tan poco poblada que no tiene interés para los partidos políticos. Por un lado es un erial y por otro, os lo aseguro, un paraíso.
Cuando contemplo el mundo políticamente tiendo a simplificar, tiendo a pensar en las personas más vulnerables que atiendo cada día al otro lado de mi mesa de trabajo, tiendo a recordar las fotografías que hacen los astronautas desde la estación espacial internacional. No puedo evitarlo.
miércoles, 9 de enero de 2019
Nueve de enero
Anotado por Jesús Miramón a las 23:06 | 2019 , Diario , Vida laboral
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12 comentarios:
Qué de acuerdo estoy...
Bon dia, Epo.
Estoy de acuerdo con lo que dices.
El párrafo final resume muy bien lo que pienso.
Por eso la situación que vivimos me mete en una profunda tristeza, por el retroceso brutal en casi todo lo que he defendido en la vida.
A mí, que soy un poco más joven que tú, me sucede lo mismo. Una profunda tristeza. Pero la historia siempre ha sido cíclica, bien lo sabes, y yo, ante la incógnita, escojo, como estoy seguro que tú, un futuro en el que nuestros hijos sepan elegir y obrar bien.
Todo lo que pienso sobre el nacionalismo o, lo que es lo mismo, la fuente del independentismo, ya lo he escrito. Incluso a alguna persona de esa ideología, muy cercana y muy querida por mí, se lo he expresado en los mismos términos y sin callarme nada, aún sabiendo que le estaba haciendo daño y, por lo tanto, me lo estaba haciendo a mí también. Pero ¿qué clase de amigo sería si le mintiese por no hacerle daño a ella y a mí al mismo tiempo?
Tengo cincuenta y cinco años y me siento de izquierdas y progresista desde que comencé a tener conciencia política del mundo, allá por las catorce o quince. El texto de este comentario resume mi ideología. Escribo desde hace muchos muchos años: creo que la resume muy bien. Me alegra coincidir contigo, Nán, y también con Silvia/Eponelep, que es catalana como es catalán mi mejor amigo del alma, mi cuarto hermano, de Girona, que no es ni nacionalista ni independentista, y cree en lo que creemos nosotros: un mundo distinto pero no pequeño ni más propio del siglo veinte que del veintiuno.
Me duele, Nán, tu último párrafo, y quiero decirte que debemos confiar en nuestros hijos y los amigos y amigas de nuestros hijos. A ese retroceso del que hablas puede dársele la vuelta. Sigamos defendiendo nuestras ideas, sigamos dando ejemplo a nuestro alrededor, seamos cada día el cambio que queremos en el mundo.
Un abrazo muy fuerte. Tienes mi teléfono. Si alguna vez te apetece hablar no lo dudes: llámame.
Yo he tratado de convencer a alguién de algo y creo que siga haciéndolo. Pero es complicado, porque creo en la posibilidad de convencer (y aprender yo mismo! y dudar yo mismo de la opinión que tengo!) y dejarma convencer y, al mismo tiempo, lo veo casi imposible. Ese 'casi' viene de mi optimismo y lo promueva.
Un abrazo
Tengo ya 70 y un hijo de 42, científico, que ha podido regresar a España después de 8 años de exilio en Europa. Empecé a tener ideas-sentimientos de izquierda con 15 años, cuando fui al Instituto. Las desarrollé en la Universidad, donde se afianzó mi compromiso y acción. Así que viví los difíciles años finales del franquismo. Al segundo año de universidad, con la invasión de Checoslovaquia, me alejé del entorno comunista. Fueron años difíciles que viví9 con ánimo y alegría juvenil.
Ahora, siento ese retroceso y me resulta difícil no tener miedo al futuro próximo. Creo que la edad influye en ello. Pero tampoco creas que voy derrumbado por la vida.
Buscaré tu teléfono en el mail y te llamaré un día de estos, fuera de tu horario laboral. ¡Ah, la jubilación sí que es un tiempo dorado.
Un gran abrazo.
A mí también me parece que esto pinta bastante oscuro. No sé si os interesa la Historia, pero gracias a un programa de La 2 me enteré de la existencia de un blog, el de Jesús Carrasco, doctor en Historia, y me encontré con que su última entrada, "Generación jinete", analiza justo lo que comentáis, NáN y Jesús. Vaya, optimista no es, pero me ha parecido un buen resumen histórico del XX y lo que llevamos del XXI.
https://cuadernosdelaula.blogspot.com/#!/2019/01/la-generacion-jinete.html
He leído el artículo, Marisa. Gracias para enviarlo.
Más o menos (no soy historiador para ordenarlo tan bien) eso es lo que pienso y temo.
Por cierto, si alguien me pudiera quitar la puñetera prueba de las fotografías para poder comentar se lo agradecería eternamente.
Me alegra que os haya interesado. Veo NáN que eres una persona curiosa y formada ¡Qué importante es la Historia! Pero lo que yo echo de menos es salidas creativas, que parece mentira con lo que avanzamos en ciencia y tecnología, la falta de imaginación o quizás de interés para romper el círculo vicioso de la Historia que parece repetirse, no igual, pero muy parecido. Y, como decía una pintada, los ricos cada vez más ricos, y los pobres cada vez más tontos.
Jesús, no es para tanto lo de la prueba de las fotos, y merece la pena si es una forma de protegerse de los troleros. Y muchísimas gracias por la confianza de poner tu teléfono a nuestra disposición. Jo, eres generoso en todo, todo.
Abrazos, compañer@s... (de blog, no se asuste nadie)
Un beso, Marisa. Y confieso que la prueba de las fotos me parece un incordio. Si utilizase una plantilla de Blogger podría desactivarlo, pero como este blog es el fruto de años y años de pequeñas modificaciones para hacerlo a mi gusto, muchas funciones de blogger no funcionan en él.
Hola Marisa. Si a mi edad no estuviese formado, pocas esperanzas me quedarían de conseguirlo. Creo que la educación disciplinada que se tenía en mis tiempos ayuda a eso. En el Instituto nos hablaban de Miguel Hernández y tuve un profe de filosofía que no nos lo merecíamos. El discípulo preferido de Zubiri. Lo degradaron de catedrático de Universidad a Instituto y eligió Alicante por el clima. Como buen filósofo, no perdía la paciencia de tener alumnos de 15 y 16 años, y nos daba una información, para el que quería escucharla, de gran magnitud.
Me consuela tu entusiasmo.
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