lunes, 30 de noviembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

Después del ensayo

Somos los últimos clientes del Chanti y las camareras nos esperan con aire cansado. Después de pagar salimos a la calle por la que no circula un alma. Hace días que el ayuntamiento instaló la iluminación navideña, que permanece apagada en espera de las fechas festivas. El pueblo aparece desierto. Nuestras voces, a pesar de hablar en voz baja, retumban entre las fachadas. Poco antes cantaban música de siglos pasados, bellas canciones compuestas por personas muertas, música humana y carnal viajando a seiscientos kilómetros por segundo a través del tiempo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Tres gorriones

La primera luz de esta mañana de noviembre es cruda y pálida. Tres gorriones vienen a beber agua en los platos de las macetas de la terraza. Contemplar su alegría limpia mi cerebro de oscuridad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Usted y tú

A medida que voy cumpliendo años con más frecuencia me tratan de usted. Nunca me ha gustado, tampoco cuando era joven. Yo, en cuanto intuyo la mínima posibilidad, trato de tú a los demás. Al cabo de los años he desarrollado cierto instinto para adivinar cuándo puedo permitírmelo, y confesaré que tal costumbre me ha granjeado muy buenos momentos, sobre todo en conversación con personas ancianas que así me lo pedían. No, no me gusta el usted. A menudo he comprobado cómo, detrás de ese tratamiento supuestamente cortés, se escondía el desprecio, el distanciamiento e incluso la prepotencia. Leyendo a Henning Mankell aprendí que en Suecia todo el mundo se tutea sin que eso suponga una falta de respeto, lo cual aumentó todavía más la simpatía que siento hacia el país de Ingmar Bergman.

martes, 10 de noviembre de 2009

La vuelta al mundo

Como los presos que recorren
la celda arriba y abajo
contando sólo los pasos,
no las idas y venidas,
no el muro, sólo
los pasos hasta haber
dado la vuelta al mundo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Fin de semana

Me ducho después de cenar: ¡no me duchaba desde el viernes por la mañana! Tampoco me he afeitado desde entonces, ni me he cambiado de ropa: he pasado los dos días vestido con los mismos pantalones viejos, la misma camiseta de algodón con agujeros, la misma chaqueta azul de lana llena de pelotillas. No he salido de casa para nada, no me ha dado la luz del sol ni me ha embestido el viento que derribó una maceta en la terraza. He leído el último libro de Antony Beevor; he cocinado fabada asturiana, gallos, pimientos verdes fritos, mejillones a la marinera, salmón al horno con patatas, ensalada de aguacate y gambas, jamón con pan con tomate; he bebido vino y whisky; esta misma tarde he planchado una enorme cesta de ropa y un rato más tarde, después de cenar, me he duchado al fin.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Arbustos rodantes

Las nieblas matinales de la semana pasada han sido borradas por el viento que sopla desde el lunes. En la valla metálica que protege la autovía se acumulan los arbustos rodantes que han sido arrastrados hasta allí. El aire es tan transparente que las montañas que se perfilan al final del paisaje, más allá de los rojizos viñedos del somontano, parecen más altas y más cercanas que ayer. Ojalá pudiera seguir conduciendo hasta la última carretera local, hasta el último camino donde dejar el coche, y continuar después a pie ladera arriba, paso a paso, sin desfallecer.

martes, 3 de noviembre de 2009

Tristes trópicos

«Nos encontrábamos en una llanura que probablemente seguía hasta el río Paraguay, tan plana que el agua no llegaba a evacuarse, cuando estalló la tormenta más violenta que jamás he tenido que afrontar. Ningún abrigo posible, ningún árbol se veía en el horizonte: no teníamos más remedio que avanzar, tan chorreantes y empapados como nuestras cabalgaduras, mientras el rayo caía a diestra y siniestra como los proyectiles de un tiro de estacada. Después de dos horas de prueba la lluvia paró; se comenzaron a ver los remolinos que circulaban lentamente por el horizonte, como en alta mar. Pero en la extremidad de la llanura ya se perfilaba una terraza arcillosa, de algunos metros de alto, sobre la cual unas diez chozas se recortaban contra el cielo.»

Tristes trópicos, Ediciones Paidós, 1994 (la edición original es de 1955, Plon, París). Traducción (soberbia) de Noelia Bastard.

Claude Lévi-Strauss, 28-11-1908 / 1-11-2009.

Un magnífico artículo de Xavier Rubert de Ventós.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Todos los santos

Avanzo a través del inmenso centro comercial, abierto en domingo. Hace mucho calor, sobre todo en la zona de las tiendas de moda textil. ¿Cuántas personas nos hemos reunido aquí? ¿Mil, cinco mil, diez mil? ¿Cuántas son portadoras de un tumor que todavía no conocen? ¿Cuántas están pensando secretamente en separarse de sus parejas, pensando en cuándo y cómo se lo dirán? ¿Cuántas a punto de declarar su amor a quien camina a su lado? ¿Cuántas personas de las que me rodean ignoran que todo va a ir bien, que serán felices?

Miro a mi alrededor y pienso en un hormiguero. También los cementerios estarán rebosantes hoy de visitantes de este mundo, ruidosos oferentes de flores armados con gamuzas, limpiacristales, memoria, ternura, nostalgia, fragilidad.

sábado, 31 de octubre de 2009

Como cuando

Es como cuando llega la hora de cerrar la oficina y apagas el ordenador, bajas las persianas de los grandes ventanales, te pones la chaqueta, echas el candado a la puerta y sales a la calle.

Es como cuando después del ensayo con el coro todos comienzan a irse, de uno en uno o en grupos, todavía con la música sonando intacta en sus cerebros, nota a nota, más pura y delicada que en los pulmones.

Es como cuando te quitas la ropa antes de acostarte, como cuando te sientas al borde de la cama y el instante que iba a durar un segundo dura un minuto, y después tres, y cinco.

martes, 27 de octubre de 2009

Niebla y sol

En Binéfar la mañana ha amanecido con una niebla muy cerrada, pero conduciendo hacia Barbastro, de pronto, en un instante, en pocos metros de distancia, he salido al sol.

sábado, 24 de octubre de 2009

Después del ensayo

A la una y media de la madrugada llego a casa hambriento pues no he comido nada desde el mediodía. En la mesa de la cocina han dejado para mí algunos restos: dos trozos de pizza de las que preparé ayer para cenar, un cuarto de tortilla de patatas. Como de pie, sin siquiera cambiarme de ropa. Me sirvo una copa de vino sin dejar de masticar. Qué insano placer saciar el apetito en solitario, ajeno a los modales. En pocos minutos el lobo ha terminado con todo. Se sienta en una silla. Está tan cansado.

martes, 20 de octubre de 2009

Llueve suavemente

Es de noche y llueve suavemente. Se formarán charcos en las rodadas de los caminos del campo. Las hojas de los árboles adelantarán su descenso hacia la tierra atravesando la oscuridad.

lunes, 19 de octubre de 2009

Los cuervos

A las ocho de la mañana el termómetro del coche señala tres grados. Los cuervos apostados sobre los tubos de riego de los campos de maíz parecen anunciar la llegada del frío. Definitivamente el largo, larguísimo verano de dos mil nueve, pertenece ya al pasado.

jueves, 15 de octubre de 2009

Castañas amargas

Como cada año algunos peatones recogen del suelo las castañas de los árboles que rodean el edificio donde trabajo. Como cada año me abstengo de abrir la ventana para advertirles de que son amargas, que no se pueden comer. ¡Las recogen con tanta ilusión, adultos y niños se llenan los bolsillos de ellas! Por otra parte, ¿cómo sé que este otoño siguen siendo amargas? Yo las probé una sola vez, hace mucho tiempo, y nunca más desde entonces.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Y lo hacemos

Hablamos del futuro, decimos: «Cuando nos jubilemos nos alejaremos del desierto, nos alejaremos de estos veranos que duran seis meses».

Hablamos del futuro y nos imaginamos paseando de la mano a lo largo de playas azotadas por el viento del norte, protegidos por pesadas parkas amarillas.

La arena es oscura, igual que los bosques que se recortan contra el cielo gris. Dices o digo: «Se está haciendo tarde, volvamos a casa», y lo hacemos.

martes, 13 de octubre de 2009

Galletas

Por la mañana salgo a la galería para tirar a la basura los restos de la preparación de los bocadillos de mi familia. En el paisaje todavía oscuro la ventana de una cocina del edificio de enfrente, potentemente iluminada, brilla como el escenario de una pantalla de cine. Allí una joven dispone un mantel individual de color naranja en la mesa de madera, y sobre él un tazón de color azul, y al lado, cuidadosamente, un plato con galletas. A continuación se sienta, la espalda bien apoyada en el respaldo de la silla, y procede a desayunar lenta y meticulosamente uniendo dos o tres galletas, ablandándolas en el café con leche y, acercando la boca a la taza, comiéndolas de dos mordiscos. Cuando termina se levanta y recoge las cosas: las galletas en un armario, el mantel en un cajón, la taza, el plato y la cucharilla en el lavaplatos. Al salir de la cocina apaga la luz y la fachada queda envuelta en sombras. Sobre el tejado del edificio el cielo comienza a clarear débilmente.

lunes, 12 de octubre de 2009

Ojos pequeños

El hecho es que jamás imaginé que me convertiría en el hombre que soy. Que me haría tan grande, que pesaría tantos kilos, que tendría tantas canas. Me miro en el espejo y no me reconozco. ¿Esconden alguna verdad esos ojos pequeños en el rostro tumefacto?

viernes, 9 de octubre de 2009

Cuarentena

Cuando caí enfermo de gripe, algo relativamente previsible teniendo en cuenta mi trabajo, decidí ponerme en cuarentena y mudarme al dormitorio de invitados de la buhardilla. Allí he pasado los tres últimos días, calenturiento y pasivo espectador del funcionamiento autónomo de mi organismo. Siempre me ha fascinado la distancia que existe entre nuestro pensamiento y nuestro cuerpo: mientras yo bebía litros de agua, dormitaba de día y leía de noche, mi sistema inmune, imperturbable y ajeno a los sentimientos, combatía con éxito contra el virus que se había infiltrado en mis células.

El verano no termina de acabar, sigue haciendo calor, las plantas florecen una y otra vez, los insectos van de aquí para allá sin saber a qué atenerse, quienes se precipitaron a cambiar la ropa de los armarios han tenido que volver a sacar las camisetas de manga corta. Yo no le digo nada a nadie, pero en mi interior siento un poco de miedo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Que mi cuerpo luche

Dos días postrado en la cama con gripe. No recordaba lo mal que se pasa. Escalofríos, dolor de huesos, de cabeza, de garganta, debilidad, mareos. Duermo, me despierto y vuelvo a dormir. El tiempo adquiere otra densidad. Me ducho y a los pocos minutos ya estoy sudando otra vez. No puedo hacer nada salvo dejar que mi cuerpo luche.

domingo, 4 de octubre de 2009

Escardar

Escribir es como cultivar un huerto: a veces hay que podar y escardar. Es el único modo.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Opulencia

Los agujeros de mi vieja, suave, preferida camiseta azul de algodón. Media calabaza del huerto de un amigo asándose en el horno con aceite, sal y pimienta. La palmada de mi mujer en el culo al pasar detrás de mí. El enérgico comienzo del tercer concierto de Brandemburgo. Un whisky con hielo, ni el más caro ni el más barato. Esta inesperada y absurda sensación, clara, sencilla, de que el tiempo me pertenece.

sábado, 19 de septiembre de 2009

La salamanquesa

Me has sorprendido aquí, entre el hibisco y la madreselva. Yo, guiada por un instinto millones de años más antiguo que el tuyo, me he quedado quieta, inmóvil, confiando en pasar inadvertida. Tú te has acercado lentamente hasta detenerte a una distancia prudencial, te has puesto en cuclillas para observarme mejor e, ignorando que soy un animal, has dicho: «Hola, pequeña». ¿Estás loco? ¿Acaso piensas que puedo comprenderte?

Después del ensayo

Después del ensayo con el coro vamos a tomar una copa en el Chanti. La terraza del bar está desierta y en su interior sólo hay seis o siete parroquianos. El frío que a mí me hace feliz espanta a la mayoría de la clientela.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Matinal

Las noticias en la radio de la cocina. El murmullo de las cañerías cuando se abren las duchas. El secador de cabello de Paula. El ruido del papel de aluminio al rasgarlo sobre el borde dentado de su caja de cartón. El clink del microondas. Anoche, por primera vez en dos meses, llovió durante varias horas. La luz ha cambiado.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Fuegos artificiales

Mientras escribo suenan los fuegos artificiales. Las explosiones retumban entre los edificios: ¡PUN-KA-PUM! (punkapum, punkapum, punkapum). Las hay secas y rotundas como obuses: ¡BOUM! (boum, boum, boum), y están también esos cohetes que se elevan con un silbido: FIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiuuuuuuuu, hasta romper y abrirse silenciosamente en la oscuridad. Permanezco sentado delante de mi mesa. Los he visto muchas veces. Sin necesidad de cerrar los ojos puedo contemplar los fuegos artificiales en el interior de mi cerebro. Esto es algo que, incomprensiblemente, a todos los seres humanos nos parece natural. Cuando escucho la traca final pienso: «Ahora sonarán los aplausos», y suenan remotos, entusiasmados.