martes, 8 de junio de 2010

La virgen de la cueva

Los medios de comunicación anuncian que las temperaturas descenderán hasta diez grados y se avecinan chubascos. Yo caigo de rodillas, levanto los brazos al cielo y, con lágrimas idénticas al sudor, doy gracias a Buda, Manitú, Yahvé, Alá, Zeus, Rá, Jesucristo, Mahoma, Pachamama, la virgen de la cueva.

domingo, 6 de junio de 2010

La luz del flexo

La estación de los insectos diversos, zumbadores, múltiples, merodeadores, ha comenzado. Alrededor de la luz del flexo encendido sobre mi mesa revolotean dos palometas de alas triangulares y un compañero de largas antenas que no sé identificar. Por fuerza han tenido que entrar a través de la puerta abierta de la terraza, superando la nube de olor del jazmín; son más valientes que las moscas, que no se atreven. Mientras escribo estas palabras el insecto de largas antenas se traslada despacio por el marco de la pantalla del MacBook. Yo continúo tecleando y la aparición de signos negros sobre fondo blanco a medio centímetro de su diminuto cuerpo no parece afectarle. ¿Qué significado tiene su indiferencia? En el exterior retumban los truenos de la tormenta que está a punto de alcanzarnos. El ventilador gira de izquierda a derecha. Comienza a llover.

jueves, 3 de junio de 2010

Encuentro con Berna

Apoyado en uno de los soportales de piedra de la plaza mayor de Graus espero a Berna, una amiga de la red a la que hoy conoceré personalmente por primera vez. Estoy nervioso y trato de calmarme mirando el vuelo de los pájaros que chillan en el espacio rectangular. Como Berna, a pesar de ser madrileña de nacimiento, es de origen chino, yo tendré ventaja a la hora de identificarla, pues ella ignora mi aspecto. ¿Por qué estoy tan nervioso? Hemos hablado varias veces por teléfono y nos hemos escrito, así que en cierto modo ya nos conocemos. Supongo que lo que me pasa, por infantil que resulte, es que temo decepcionarla.

Cuando ella aparece mira durante unos instantes a su alrededor. Me acerco, le digo: «Hola, Berna», reímos, nos damos dos besos y de pronto, como por arte de magia, la tensión desaparece. Le cuento que el corazón me latía a toda velocidad. Nos sentamos a la mesa de una terraza y pedimos unas cañas. Ella ha traído su último libro para regalármelo. Durante dos horas hablaremos de nosotros, de literatura, de familia, del campo, de la ciudad. Comprobaré una vez más que las personas que conocemos a través de internet son tan interesantes y generosas en un lado de la pantalla como en el otro, y también apasionadas, inocentes y dotadas de una genuina curiosidad.

viernes, 28 de mayo de 2010

Cuarenta y siete

Nunca imaginé que cumpliría cuarenta y siete años. Nunca imaginé que llegaría a pesar más de cien kilos, que tendría el pelo blanco, que tras veintiocho años seguiría enamorado de la misma mujer.

Imaginé que moriría joven, delgado y maldito tras recorrer medio mundo. Imaginé que me acostaría con centenares de mujeres de todas las razas. Imaginé que mi especie colonizaría el espacio y yo, antes de morir dramáticamente joven y maldito, estaría allí para verlo.

Los vencejos giran sobre los tejados en el aire cargado de electricidad que precede a la tormenta. Ellos, como las hileras de hormigas que cruzan los caminos o las campanadas de la iglesia de San Pedro, son piezas imprescindibles en el mecanismo que da cuerda a este mundo. A estas alturas de mi vida, qué paradoja, me gustaría imaginar algo verdaderamente imposible: que dispondré del tiempo necesario para enumerarlas, para describirlas todas.

domingo, 23 de mayo de 2010

Vino con gaseosa

Fuimos a visitar a mis padres y volví a disfrutar de su vitalidad y su sentido del humor. Sentado a la mesa los veía reír y, cómo explicarlo, sentí que todo encajaba suavemente en mi interior.

jueves, 20 de mayo de 2010

Guijarros

En medio de la noche caminas sobre la nieve, tus botas rellenas de paja hundiéndose hasta el tobillo en cada paso. Al amanecer el hielo se derrite y crecen los bosques, las ardillas son borrones cobrizos en la corteza de los árboles, las truchas iridiscentes se funden en la corriente del río. Por la tarde disminuye la espesura, se esconden los lagartos y se levanta la tormenta de arena. El anochecer te encuentra en una playa de guijarros, de pie frente al océano. Reúnes leña arrojada por el mar, enciendes una fogata, te acuestas junto al fuego, cierras los ojos, comienzas a caminar sobre la nieve.

lunes, 17 de mayo de 2010

Primavera

Lunes radiante, luminoso. Mientras conduzco de vuelta a casa contemplo el campo verde, las flores, los caminos, las nubes blancas. ¿Cómo es posible que cada año me entusiasme como si fuese la primera vez? No lo entiendo. Y al momento de escribir «no lo entiendo» pienso: ¿eres idiota? No hay nada que entender.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Salarios

A lo largo de una mañana de trabajo especialmente intensa varias personas me han informado, algunas con media sonrisa bailando en los labios, de que iban a rebajarme el salario para hacer frente al déficit de mi país, acuciado por la crisis económica mundial. Pero lo que yo me he traído a casa son las lágrimas de Adriana, la hija de M. A., una mujer rumana enferma terminal de cáncer. En su país era veterinaria y tenía a su cargo las granjas de una región montañosa; en España trabajaba de empleada de hogar hasta que cayó enferma. Estamos tramitando para ella una pensión de Incapacidad Permanente por Reglamentos Comunitarios, a la espera tan sólo de los informes laborales de Rumanía, que no llegan. Adriana, que como cada semana me traía los partes de confirmación de la baja laboral de su madre, rompe a llorar al darse cuenta de que ésta morirá antes de que su país de origen envíe la documentación. «Allí todo funciona muy despacio», afirma, «y mi madre no aguantará demasiado», y añade: «lo peor es que no puedo hacer nada». Tampoco yo puedo hacer nada. Pongo mi mano izquierda sobre sus manos y mirándola a los ojos le digo que lo siento mucho. Ella afirma con la cabeza varias veces, se seca las lágrimas, me pide perdón y se va. Otra persona se sienta delante de mí, una anciana que necesita un certificado para presentarlo en el Ayuntamiento. Pasarán varios minutos antes de que el dolor de Adriana se disuelva lentamente en mis pulmones.

viernes, 7 de mayo de 2010

Neandertales

Leo que en el ADN de los seres humanos modernos, exceptuando las poblaciones subsaharianas, existe entre un uno y un cuatro por ciento de información genética neandertal. Así pues nuestros antecesores tuvieron relaciones sexuales con los neandertales dando a luz híbridos fértiles. Es una información que, no sé por qué, me conmueve especialmente. Qué apropiada noticia hubiera sido para el Cuaderno de un hombre de cromañón.

lunes, 3 de mayo de 2010

Y llueve

Llueve sobre el tejado de mi casa, sobre la calle, sobre la chapa de los coches aparcados junto a la acera; llueve sobre el pueblo y el asfalto de las carreteras, llueve suavemente sobre la claraboya de la buhardilla donde duermo.

Llueve también sobre este lugar antes de que existiesen casas, calles y carreteras; antes de que desapareciesen los bosques y, más atrás, antes de que apareciesen; llueve antes de los grandes rebaños y antes del blanco meteorito.

Llueve sobre el planeta desierto, un lugar en el que hace mucho tiempo que no habita la raza humana; llueve sobre sus mares poco profundos, llueve suavemente sobre la roca desnuda haciendo el mismo ruido que si pudiésemos escucharlo, llueve dentro de cien millones de años, y llueve.

viernes, 30 de abril de 2010

Oidio

Estoy podando de urgencia una de las dos enredaderas de la terraza cuando mi madre me llama por teléfono desde su hotel en O Grove. Tiene la voz alegre. Me cuenta que el viaje a Galicia, uno de esos que se organizan para los pensionistas y al que han acudido con sus amigos de toda la vida, les está gustando mucho. ¿Habéis comido marisco?, le pregunto. El martes hicimos una mariscada y esta noche haremos otra para despedirnos, me contesta. ¡Ya podéis hacer dieta cuando volváis!, le digo tomándole un poco el pelo. Qué va, dice ella, si no paramos de caminar en todo el día, mira, ayer fuimos a Santiago, dios mío qué ciudad más bonita, qué preciosidad. Recordando nuestro viaje a esos mismos lugares hace más de veinte años me muestro de acuerdo con ella y le digo que es una de las ciudades más hermosas de España. ¿Qué tal está el papá?, le pregunto. ¿Tu padre? ¡De maravilla! Cada mediodía él y A. se toman dos whiskys, y otros dos por la noche, ¿tú te crees que hay derecho? Bah, mamá, que estáis de vacaciones y, además, ¿tú no sabes que el whisky es bueno para la salud? Ya, ya, bueno, cariño, ¿Maite y los niños están bien? Todos muy bien, mamá, ¿a qué hora llegáis mañana a casa? ¿A qué hora llegamos mañana, Jesús?, escucho que le pregunta a mi padre, quien contesta que más pronto de las seis o las siete de la tarde seguro que no. Le pido que nos llamen cuando lleguen, aunque si no se acuerdan les llamaré yo. Nos enviamos besos y nos despedimos.

En el cielo el sol es un disco borroso. El tiempo ha cambiado. Va a llover. Me concentro en lo que estaba haciendo y continúo podando la madreselva, enferma de oidio. Las ramas secas y las frescas pero ya contagiadas van cayendo no sin ofrecer cierta resistencia, agarradas a la celosía. Mientras las desenredo procuro que no se agiten mucho para no esparcir el hongo, introduciéndolas enseguida en una bolsa grande de basura. Me da pena someter a la planta a semejante cirugía pero creo que es lo mejor, no quiero que la enfermedad pase a los hibiscos y el jazmín. Poco a poco la gran masa vegetal va desapareciendo hasta quedar reducida al cogollo. Durante unos segundos me planteo la posibilidad de arrancarlo pero, observando que los pequeños brotes que quedan están limpios, decido darle otra oportunidad. Antes de cerrar la gran bolsa de basura tomo en mis manos una rama infectada y observo la difusa blancura del hongo sobre las hojas. Pienso en Tolo Calafat, el alpinista mallorquín que murió ayer en el Annapurna, a siete mil seiscientos metros de altura, cubierto por la nevada nocturna.

lunes, 26 de abril de 2010

Veintisiete grados

Primeros calores de la temporada. Veintisiete grados en el termómetro del coche al salir del trabajo. Primeros ababoles, tan rojos sobre la cebada crecida. El color verde acaricia mi cerebro mientras las ruedas giran a toda velocidad sobre el asfalto. El aire acondicionado sopla suavemente a través de las rejillas de plástico. Cirros en el cielo azul.

jueves, 22 de abril de 2010

Edificios

1.

Hoy Carlos cumple trece años (oh, dios mío). ¡Y el próximo curso su hermana, de diecisiete, se va a Barcelona, a la Universidad! Claro que yo mismo cumpliré cuarenta y siete el mes que viene. ¡Cuarenta y siete! ¿Puedes creerlo?

2.

Regresaron los aviones comunes que anidan en el alero de mi casa, los pequeños vecinos que durante años confundí con vencejos. Todavía no hay muchos, son la vanguardia de los que vendrán. Sus chillidos aéreos se mezclan con los gritos de los niños que juegan en el parque de atrás, el eco aumentado por las sólidas fachadas de los edificios.

sábado, 17 de abril de 2010

Después del ensayo

Pido un gin-tonic en el Chanti. ¿Cuántos viernes hemos venido aquí después de cantar? Centenares. La música dando vueltas en la cabeza, el hielo tintineando en el vaso. Hablamos y hablamos. Miro a mis amigas y soy consciente del afecto que siento por ellas. Qué cosas. De no ser por el coro nunca nos hubiésemos conocido. Todo esto lo trajo la corriente.

martes, 13 de abril de 2010

Eres la raposa

Eres la raposa que abre los ojos en el cálido interior de su guarida. Eres las raíces del tomillo y el romero. Eres los charcos de lluvia. Eres el cercano camino que, a través del campo, desemboca en la carretera que lleva al pueblo donde casi todos duermen. Eres el murciélago que caza en la oscuridad. Eres la nube que, a miles de kilómetros de altura, se hace y se deshace. Eres la rítmica respiración de un bebé acostado boca abajo en una cuna. Eres la única ventana encendida en el edificio a altas horas de la madrugada. Eres el tren que pasa de largo más allá de los silos y los almacenes. Eres los pies de una figura erosionados por los leves besos de miles de personas muertas. Eres el familiar que duerme en la incómoda butaca de un hospital junto a la cama de un ser querido. Eres el sagrado silencio que precede a los aplausos tras la interpretación de una obra musical. Eres el vencejo que después del invierno regresa a su nido en el alero sin sorprenderse de que siga allí.

jueves, 8 de abril de 2010

Piel de pescado

Yo, devorador de animales, ogro, hipopótamo, cavernícola, limpiaba bajo el grifo medio lomo de salmón, su brillante y hermosa carne de color salmón, cuando al darle la vuelta y contemplar el agua fluyendo sobre las prodigiosas escamas plateadas recordé los siguientes versos:

Me prometiste algo que no es posible,
que me regalarías unos guantes de piel de pescado,
que me regalarías unos zapatos de piel de pájaro

y un vestido de la mejor seda de Irlanda.


miércoles, 7 de abril de 2010

Vivo en un país

Vivo en un país donde el albañil que arregla tu casa se lleva las manos a la cabeza si le pides factura; vivo en un país donde algunos médicos sólo cobran sus consultas privadas en efectivo y, por supuesto, sin recibo de ninguna clase; vivo en un país donde miles y miles de trabajadores perciben gran parte de su sueldo en clandestinos sobres de papel; vivo en un país donde los empresarios declaran rentas inferiores a las de sus empleados. Lo más gracioso, por decir algo, es que frecuentemente son esos mismos individuos los que, apoyados en la barra del bar, se permiten criticar gobiernos y políticas económicas; ellos, auténticos delincuentes que, lejos de sentirse como tales, se tienen por los chavales más listos del pueblo. Y lo más triste es que a menudo son realmente admirados: vivo en un país donde los impuestos los pagan los tontos, un país donde al dinero negro se le llama «dinero B» para concederle cierta pátina de normalidad, un país, en definitiva, extraordinariamente acostumbrado al delito fiscal y, en lo social, carente de principios éticos. Así pues, ¿debería sorprenderme la corrupción que existe en los partidos políticos? No. En absoluto. Ni siquiera debería sorprenderme, aunque esto no puedo evitarlo, la chabacanería y el mal gusto que suele formar parte de ese mundo cutre, cegado por los productos de lujo y los fajos de billetes. Eso sí, no olvido que entre la famosa pregunta «¿Con IVA o sin IVA?» y el vuelo en avión privado a un paraíso fiscal con bolsas cargadas de dinero no hay más distancia, en mi país, que la oportunidad.

domingo, 4 de abril de 2010

Alto Ampurdán

Días en una masía del alto Ampurdán: lluvia, sol, nubes, el mar liso como una laguna, bosques de árboles derribados por las feroces tormentas del invierno, una agradable comida en el patio con mi amigo y su amiga. Ampurias griega y romana, las calas de Begur, Calella de Palafrugell, las antiguas calles adoquinadas del call de Girona, aquellas por las que yo paseaba en diciembre de mil novecientos ochenta y ocho, recién llegado para ocupar mi plaza. Entonces todo era nuevo para mí.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Último día

En estos últimos treinta y un días el tiempo corrió sin prisa, tranquilo, pausado, como si no pasara nada, y sin embargo, al releer las anotaciones diarias, me doy cuenta de que sucedieron más cosas de lo que a primera vista pudiera parecer: pasé la inspección técnica de mi querida Citröen Picasso, llegó a este mundo mi octavo sobrino, releí los maravillosos poemas de Zagajewsky, me apenó la muerte de Miguel Delibes, abrieron un nuevo tramo de la autovía entre Huesca y Lérida, Fernando Alonso ganó su primera carrera con Ferrari, llamé por teléfono a una vieja amiga de Bilbao con la que no hablaba desde hacía muchos meses, escuché el canto de un mirlo, comencé a preparar nuestras vacaciones en Irlanda, hicimos una calçotada en el huerto de mis padres, canté un concierto de música sacra en Barbastro, descubrí un murciélago.

También llovió, dejó de llover, salió el sol, las nubes navegaron en el cielo, se hizo de noche, brilló la luna, volvió a llover, dejó de llover, salió el sol, regresó la primavera siempre joven, lozana, impertérrita.

martes, 30 de marzo de 2010

Trigésimo día

Lo descubrí hace cuatro o cinco días y al principio lo confundí con un solitario y estrambótico pajarillo; luego me di cuenta de que se trataba de un murciélago, un pequeño murciélago no más grande que la palma de mi mano que revoloteaba de aquí para allá haciendo quiebros en el aire del anochecer. Lo estuve observando durante un rato mientras la luz menguaba. En estas fechas todavía no proliferan los insectos, así que me pregunté de qué demonios debía estar alimentándose.

Me gustan los murciélagos. Me gustan los mirlos. Me gustan las salamanquesas y las lagartijas. Me gustan los aviones comunes, las golondrinas, las cigüeñas. Me gustan muchísimo los gorriones, tan comunes y alegres. Todos son compañeros de viaje.

lunes, 29 de marzo de 2010

Vigesimonoveno día

Regreso del concierto muy cansado, de hecho siempre acabamos agotados, sobre todo la directora, que se deja el alma con nosotros. Ya hemos cantado y lo que era un proyecto ahora es un recuerdo. Continúo pensando que me gusta más ensayar que actuar, aunque semejante idea tenga poco sentido para los músicos de verdad. Mientras conducía de regreso a Binéfar la luna llena brillaba en el cielo rodeada por una leve aureola. Uno de mis compañeros ha comentado que tal fenómeno presagiaba viento para mañana. Luego hemos callado durante unos segundos, disfrutando del silencio.

domingo, 28 de marzo de 2010

Vigesimoctavo día

Es agradable cruzar el umbral de la puerta del hogar. Me sirvo una copa, subo a mi guarida, abro la puerta de la terraza y salgo al exterior. Las plantas han despertado al fin en forma de yemas oscuras en las ramas claras de los hibiscos. Atardece. De las nubes superiores se desgajan otras en forma de gasa que se tiñen suavemente con la última luz del sol. Un mirlo, el mismo del otro día, estoy seguro de ello, canta en la misma antena de televisión. Habrá anidado cerca de aquí, tal vez en el pequeño parque de al lado. Qué bueno está el bourbon con hielo. Sí, es agradable estar de vuelta en casa.

viernes, 26 de marzo de 2010

Vigesimosexto día

Los viernes son especiales porque es el día que ensayo con mi coral. Algunas veces lo hago con ilusión y entusiasmo y otras con cierta desgana, cansado después de toda la semana laboral. Y lo cierto es que en más de una ocasión siento la tentación de dejarlo, sobre todo cuando tenemos un concierto a la vista. Después de diez años todavía me desasosiega tener que actuar, el compromiso que supone, y me pregunto qué necesidad tengo de pasar esos malos ratos que no me gustan absolutamente nada ni me hacen feliz. El lunes tenemos concierto y ya llevo varios días nervioso. Hoy es el ensayo preliminar, ese en el que muchas cosas suelen salir mal para que después, delante del público, salgan bien; delante del público, que me da pavor. Amo la música, me gusta mucho cantar, pero no en el escenario: cuando se acerca ese momento decisivo, ese en el que la realidad se convierte en algo sólido e irremediable, sencillamente preferiría no hacerlo.

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Son las doce y media de la noche. Hoy no he ido al Chanti a tomar una copa porque mañana madrugaremos un poco para recorrer los doscientos cincuenta kilómetros que nos separan del huerto de mis padres. En el maletero llevaremos trescientos calçots que asaremos sobre una brasa de sarmientos. La globalización gastronómica ha llegado a la ribera de Navarra. Por cierto, el ensayo, para no perder la tradición antes de los conciertos, ha sido un poco desastroso. Es una buena señal.

jueves, 25 de marzo de 2010

Vigesimoquinto día

Rápido, corre, escribe algo antes de que el reloj señale las doce de la noche, escribe, por ejemplo: «Rápido, corre, escribe algo antes de que el reloj señale las doce de la noche». Y sobre todo, escúchame bien, sobre todo no te preguntes el motivo de estos juegos, ¿acaso no disfrutas con el puro ejercicio de la voluntad?

miércoles, 24 de marzo de 2010

Vigesimocuarto día

Después de bajar de un árbol
y aprender a caminar
buscándote,
después de pasar
del trópico al hielo
y del hielo al trópico
a través de cuevas y pirámides
y hermosos
jardines
colgantes

te encontré.

Bajo tus ojos la marea
ha ido dejando
playas azules.
Beso la huella de sus olas,
el sencillo misterio
que esperaba mi boca

desde el principio.

martes, 23 de marzo de 2010

Vigesimotercer día

Connemara, Clifden, Kilcolgan, Cong, Castlebar, Mulranny, Louisburgh... Leo los nombres pasando el dedo sobre el mapa y siento un estremecimiento de emoción, hace mucho tiempo que sueño con este viaje. Resulta difícil elegir una casa, son todas tan bonitas, pero ya he seleccionado cinco o seis en los condados de Mayo y Galway, casi todas junto al mar. Este verano, si los viejos dioses celtas no lo impiden, viviremos durante dos semanas en Irlanda. Volveré a Innisfree, donde nunca estuve.

lunes, 22 de marzo de 2010

Vigesimosegundo día

El ruido de la lluvia sobre el cristal de la claraboya me despertó en medio de la noche. Después ese mismo ruido me arrulló hasta volver a dormirme.