Escribo recién salido de la ducha. Huelo muy bien. He cocinado para cenar lomos de lubina a la plancha con pimientos verdes fritos, y no podía acostarme con ese aroma que, por otra parte, me encanta en una playa en verano, antes de ir a bucear.
Las segundas elecciones generales españolas no han resuelto nada, de hecho los acuerdos políticos están más difíciles que antes. No sé qué pensar. Al fin y al cabo, como sucede en el futbol con los futbolistas, en las elecciones votamos nosotros. ¿Acaso votamos mal? La ultraderecha española se ha convertido, desde la irrelevancia de anteayer, en la tercera fuerza política de España. Resulta que no somos distintos de Polonia, Hungría o Austria. El monstruo está ahí, respirando y sonriendo, sin prisa. El racismo, la homofobia, el nacionalismo español siempre estuvo allí, esperando su momento. La situación en Cataluña le ha venido que ni pintada. Cuántos miles no habrán votado a la ultraderecha pensando que defendían a España como los nacionalistas independentistas votan y cortan carreteras y autopistas pensando que defienden a Cataluña. Son, exactamente, las dos caras de la misma moneda. El nacionalismo es una mierda, atenta a la inteligencia humana y global. Atenta al único futuro posible.
Pero me centro en lo que puedo controlar, no en lo que no puedo controlar de ninguna manera. Me he duchado antes de irme a dormir en vez de esperar a mañana por la mañana porque olía a pescado a la plancha. Me he servido un whisky con hielo. Escribo exactamente lo que quiero, exactamente lo que me apetece escribir. Soy un ser humano muy afortunado por poder hacerlo. Hay países donde no podría. Después de las elecciones sigo sintiéndome un hombre libre y afortunado de, por absoluta casualidad, haber nacido aquí y no en otro lugar. El mundo -Chile, Bolivia, Siria, Afganistán, Turquía, Hong-Kong- está revuelto.
Por la mañana, camino del trabajo, miro las nubes a kilómetros de altura en el cielo y, no sé por qué, me dan calma. No sé por qué. Mucha calma.
lunes, 11 de noviembre de 2019
Once de noviembre
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2 comentarios:
No creo q los 52 escaños de vox representen todos ellos a la ultraderecha. O no lo quiero creer. En este país de siempre ha habido un voto cabreado q igual vota a Ruiz Mateos q a Jesús Gil la idea es joder. En este caso Sánchez ha generado un sentimiento tal de repulsa q se ha canalizado hacia donde más duele. En este caso vox.
Creo que en parte tienes razón, es un voto antisistema. Pero yo, que atiendo cada día a decenas de personas, también te digo que existe esa España de café, coñac y puro que odia a los maricones y las feministas, que piensa que hace falta mano dura contra los extranjeros que se quedan todas las ayudas sociales, etcétera. Antes de VOX lo pensaban pero no lo decían salvo en el bar con tres copas, porque hasta ellos saben que lo que piensan es feo, muy feo, pero ahora ya se atreven porque están en el congreso.
En cuanto a Sánchez: ha ganado las elecciones a pesar de perder tres escaños. La no repulsa gana a la repulsa, al parecer.
Bon dia!
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