Por la mañana, al despertar, llovía un poco. El cielo era gris y el suelo brillaba como mercurio pálido. Mientras me dirigía hacia el trabajo, las manos en los bolsillos, paso tras paso, recordé cuando días así me hacían feliz. Ahora puedo decir que me gustan mucho pero, desafortunadamente, no le vienen bien a mi química cerebral. Ahora comprendo aquel antiguo dicho: "Estoy como el día". Me gusta mucho la lluvia pero me afecta negativamente. Mi cerebro un poco enfermo necesita luz.
jueves, 14 de noviembre de 2019
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2 comentarios:
Hay dos maneras de difundir la luz. Ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja.
Saludos.
Yo ninguna soy ninguna de las dos.
Un saludo.
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