viernes, 22 de noviembre de 2019

Veintidós de noviembre

Días de lotería. La de mi empresa, la del Salud de Aragón, las compañeras de enfrente; la del club de futbol donde juega María, la del Alzheimer, la de la Asociación Española contra el Cáncer, la de la Cruz Roja. Como cada año, juego lo mínimo que puedo, pero al final siempre me veo con un buen puñado de boletos.

Por otro lado a veces me gusta imaginar cómo sería hacerme millonario sin ningún merecimiento, señalado únicamente por el aleatorio dedo de la fortuna. Qué dinero más absurdo. ¿Qué debe sentirse más allá del primer estupor y las primeras celebraciones? ¿Por qué yo y no otro? ¿Cómo puede ser?

2 comentarios:

Fackel dijo...

Ha sido mi experiencia durante años, pero la he reducido mucho, de momento este año se ha suavizado el gasto, pero aún queda un mes, ¡oh, desdicha! (si no toca nada) ¡oh, Fortuna! (si me acoge en su seno)

Jesús Miramón dijo...

Yo compro sólo la lotería que me ofrecen. No soy de los que compran en la panadería, en la cafetería, en la farmacia, etc. Y si toca en los sitios a los que voy con frecuencia qué se le va a hacer. Tal y como está el mundo creo que no tengo ni causa ni derecho a quejarme.

Un saludo y gracias por comentar.