Último día en Palamós. Para mí una semana es suficiente, me gusta mucho el mar pero no tanto el turismo del que formo parte activa.
Esta mañana hemos vuelto a la cala Castell y desde allí hemos ido a la Cala S'Alguer, caminando por un pequeño sendero junto al mar acompañados de pinos y cactus de higos chumbos y el sonido mediterráneo de la cigarra. La Cala S'Alguer es muy pequeña y está rodeada de antiguas cabañas y casetas de pescadores, pero me ha enamorado, ha sido como regresar en el tiempo, casi como estar en una pequeña isla griega. Pocas personas y un agua transparente frente a casas de colores claros y ventanas abiertas.
Mañana Paula regresa a Noruega. Tendremos que salir un poco más pronto de lo que teníamos pensado por la huelga del personal de seguridad del aeropuerto de Barcelona. A pesar de nuestros pequeños encontronazos la voy a echar mucho de menos hasta Navidad. Ha sido maravilloso estar con ella estos días. Todavía me queda todo el mes de agosto para salir a caminar temprano con Maite junto al canal, vivir sin prisa, cuidarme un poco y cocinar mucho. Y escribir mucho también, si se tercia -como mínimo una vez al día, ese es mi compromiso hasta el treinta y uno de diciembre. Y leer, que es algo que tengo muy abandonado.
Continúo de vacaciones. Creo que, a pesar de alguna llamada al móvil de trabajadoras sociales y gestorías, ya he desconectado del todo de mi trabajo. Mañana me acostaré en Zaragoza. Me compré dos gafas nuevas que debo ir a buscar. Una de ellas tiene unas lentes de sol que se acoplan magnéticamente a la montura.
Las cosas van sucediendo a su tiempo, según su necesidad, y lo único que podemos hacer es disfrutar incluso de eso. Disfrutar tranquilamente.
sábado, 10 de agosto de 2019
Diez de agosto
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