jueves, 1 de agosto de 2019

Uno de agosto

El primer día de vacaciones siempre estoy nervioso. No sé por qué. He pagado el impuesto de circulación de la vieja Picasso, le he pasado la revisión de la ITV, he comprado dos panes integrales con cereales en la panadería de Mohamed, y toda la mañana estaba nervioso. Me cuesta acostumbrarme a estar de vacaciones. Siempre me pasa. Soy un hombre, como ya os habréis dado cuenta, de rutinas, de hábitos (no todos buenos). He pasado por la oficina para recoger una cosa y he atendido a dos personas de paso. Luego me ha llamado una gestoría a mi móvil y les he resuelto la duda y les he enviado por mi correo un formulario que necesitaban y yo sabía dónde buscar. Y así.

Ahora estoy en Zaragoza. En Barbastro ha quedado Carlos, que está trabajando en una bodega para sacarse unos euros mientras piensa en su futuro como bombero forestal. Le hemos pedido que cuide del apartamento durante estos días, pero yo, que también tuve veintidós años, sé perfectamente en lo que está pensando. No pasa nada.

Sopla el cierzo de pared a pared en nuestro piso de Zaragoza. Es un gustazo. En el barranqué, que es como le llamamos a Barbastro los que vivimos allí, no suele haber viento porque precisamente es el fondo del río Vero, una hondonada en el terreno. Pero aquí, en Monsalud en Zaragoza, un poco más altos que el el resto de la ciudad, el cierzo corre que da gusto y me refresca mientras escribo estas líneas. En invierno es terrible, pero en verano es un consuelo cuando llega la noche.

Mi primer día de vacaciones y mi primer mes entero de vacaciones en muchos muchos años. Este verano ha coincidido que ni mi compañera ni mi compañero querían tomarse un día en agosto, así que he aprovechado. ¿Recordaré algo cuando regrese dentro de un mes (si no ha pasado algo que me haya hecho regresar antes)?

Esta noche intentaré dormir bien. En Zaragoza suelo dormir mejor que en Barbastro. Escribir escribo igual. Creo que podría escribir en cualquier parte del mundo con las mismas carencias y los mismos posibles y diminutos hallazgos. Miro a mi alrededor y doy testimonio de la casi nada. De lo casi invisible. Ese es mi proyecto.

2 comentarios:

andandos dijo...

Yo también disfruto de este cierzo, que lo tenía olvidado. No sopla igual ni en Barbastro ni en Binéfar, estoy de acuerdo.
Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

¡José Luis! ¡Un abrazo!