lunes, 14 de enero de 2019

Catorce de enero

Regresamos de Huesca atravesando la oscuridad. Hay personas que odian conducir de noche: yo lo amo. En mi imaginación infantil es lo que más se parece a la ciencia ficción, lo más similar a navegar a través del espacio. Y sobre nosotros las estrellas de invierno, que son las mejores: las más lejanas, las más nítidas, las que más se parecen a las estrellas heladas del cosmos que yo iba a explorar cuando fuese mayor.

domingo, 13 de enero de 2019

Trece de enero

Me levanto de la siesta. Me cruzo con mi hijo de veintiún años con el abrigo puesto, a punto de salir a la calle. Creo que ya supera mi estatura. Me da un beso.

Nuestros hijos adultos no saben el tesoro que son sus besos para nosotros. Todavía lo guardo en la mejilla. La vida tiene sentido por estas pequeñas cosas.

sábado, 12 de enero de 2019

Doce de enero

Esta mañana fuimos a caminar junto al canal, como tantos otros fines de semana. Bajaba lleno y el agua fluía con la misma indiferencia que las nubes o el sonido de nuestros pasos. Eso es todo.

viernes, 11 de enero de 2019

Once de enero

No comprendo por qué tanta gente odia el invierno. Yo amo el frío, su neutralidad absoluta, su capacidad de decirnos: "Vives en un planeta del sistema solar".

El verano es más un descuido, un naufragio en el desierto, la desesperación de no poder hacer nada por evitarlo. Da igual dormir desnudo sobre las sábanas con la ventana abierta: el verano no tiene compasión. Dice: "Vives en el infierno".

Por eso estos días soy feliz cuando el aire helado acaricia mi rostro y me recuerda que soy un animal de sangre caliente. Contemplo el mundo y sueño.

jueves, 10 de enero de 2019

Diez de enero

Me conmueve, y no sólo en invierno, el contraste entre nuestros corazones latiendo detrás de las costillas y la inmensidad del espacio más allá de las nubes y la atmósfera que, mágicamente, nos protege. Aquí este calor de la carne, su morbidez, y algunos pocos kilómetros sobre este sitio en el que escribo el silencio gélido de las estrellas y la oscuridad entre ellas.

Mi vida cotidiana y el mundo en general me parecen un misterio que cada día debo articular de alguna manera para no volverme loco.  También el amor.

miércoles, 9 de enero de 2019

Nueve de enero

Cuando contemplo el mundo políticamente mi natural optimismo, que no sé de dónde nace, da un pequeño paso atrás e incluso se detiene, asustado.

A mí lo que más me preocupa es el auge de los nacionalismos: Trump, Vox, Hungría y Polonia en Europa, Cataluña en España. Es como si, como especie, no hubiésemos aprendido nada de la historia.

Si fuese un superhéroe volaría sobre las ciudades y los campos y pelearía por la abolición de las fronteras, de todas las fronteras: las marinas, las cordilleras montañosas, los ríos. Ya en el reino de la utopía crearía un único gobierno mundial, una confederación como las de las novelas y películas de ciencia ficción. ¿Es justo que alguien que nace a tres mil kilómetros de aquí tenga una esperanza de vida diez o veinte y hasta treinta años inferior a la de nuestros hijos? No lo es. De ninguna manera lo es. El futuro de mi planeta no es el nacionalismo, es la consciencia de lo que somos en realidad como humanos, algo que si mañana asomara a través de las nubes del cielo una nave extraterrestre comprenderíamos en una milésima de segundo. Porque el nacionalismo se nutre de lo pequeño, del rencor, del victimismo, de la falta de visión global de lo que somos y lo que nos espera.

Yo nunca he pretendido convencer a nadie de nada. Sé que es imposible. He escrito sobre ello. Somos tan sonrientemente radicales en nuestras convicciones que da igual todo lo que nos digan, encuestas, estudios que demuestran que España está entre las veinte democracias más avanzadas del mundo. Es inútil, y, aunque me cuesta mucho por mi carácter, comienzo a rendirme ante la pelea dialéctica. Rendirme, en mi caso, no es dar la razón al adversario sino dejar de discutir porque sabes que su fanatismo jamás le permitirá escucharte de verdad.

Vivo en una comunidad políticamente pequeña, una región cuya una de sus principales preocupaciones es la despoblación del medio rural. Aragón es muy grande geográficamente pero, en relación con otros territorios, tan poco poblada que no tiene interés para los partidos políticos. Por un lado es un erial y por otro, os lo aseguro, un paraíso.

Cuando contemplo el mundo políticamente tiendo a simplificar, tiendo a pensar en las personas más vulnerables que atiendo cada día al otro lado de mi mesa de trabajo, tiendo a recordar las fotografías que hacen los astronautas desde la estación espacial internacional. No puedo evitarlo.

martes, 8 de enero de 2019

Ocho de enero

Los martes es el día que abrimos también por la tarde, de cuatro a siete. Antes éramos cinco personas en la oficina, se jubilaron dos y ahora somos tres. No han repuesto los puestos de quienes se jubilaron, así que hace mucho mucho tiempo que no almorzamos y que, sea creíble o no, trabajamos más horas de las que nos obliga nuestro deber. El pasado viernes hubiera cumplido el horario trabajando cuatro horas y cuarenta minutos. Salí de la Agencia a las tres y veinte de la tarde.

Hoy he salido a las siete y media literalmente agotado. No me quejo. Quienes trabajan atendiendo al público en una oficina de información saben el esfuerzo mental y emocional que supone, aunque no me quejo, me gusta mucho mi trabajo. Soy consciente de que me ha hecho mejor persona, he aprendido de los seres humanos que he atendido cada día, cada uno de ellos distinto, único, irrepetible, me ha hecho un trabajador de una paciencia casi infinita y, sobre todo, me he conmovido y he comprendido que a los verdaderos héroes y heroínas el pelo les huele a fritura de restaurante y sus manos tienen callos y a veces restos del yeso o la pintura con la que sus hijos han estudiado, o no, una ingeniería en Barcelona o un grado de Formación Profesional en Huesca.

Volviendo a casa me he cruzado con un pequeño grupo de marroquíes y me han saludado con una sonrisa: "¡Hola, Jesús!". Conocía el nombre propio de tres de ellos. Les he saludado y he seguido mi camino junto al río.

lunes, 7 de enero de 2019

Siete de enero

Al poco de llegar a Barbastro desde Zaragoza, comiendo mientras nuestra hija de veintiséis años volaba hacia el Norte, Maite ha recibido un mensaje comunicándole que su prima N., muy enferma, había empeorado. Hemos recogido la vajilla y hemos ido a Huesca, al hospital. Sólo ha subido ella porque a mí no me conocen mucho y también porque en determinadas situaciones la mejor elección es ser invisible, a menos que te digan explícitamente lo contrario. Hay momentos vitales de una intimidad difícil de ser expresada y comprendida.

La prima hermana de mi mujer se muere. El puto cáncer de los cojones. Tiene nuestra edad y dos hijos de la edad de los nuestros. Cuando regresábamos a casa, ya de noche, Maite me ha dicho que su prima, a la que está muy unida, sobre todo en los últimos tiempos, le ha apretado fuertemente la mano repitiendo su nombre: Maite, Maite, Maite. He llorado. ¿Sólo somos esto? ¿Cómo puede creer alguien en ningún dios? ¿Qué justicia divina justifica que una buena persona muera a los cincuenta y cinco años después de no haber hecho jamás daño a nadie? Me cagaría en dios si creyera en su existencia pero, como no creo, ni esa opción me queda.

¿Sólo somos esto? Sí, ni más ni menos. Sólo esto: risas, lágrimas, amor.

domingo, 6 de enero de 2019

Seis de enero

Día de reyes. Salimos a pasear por el Parque del Agua, el Ebro fluye hacia el mar con muy poco caudal. Los niños pequeños van con sus juguetes nuevos a recoger los que les han puesto en otras casas. Mañana los contenedores de cartón y de plástico rebosarán de envoltorios. Hay ciclistas, algunos corredores. Cierzo. Sol.

sábado, 5 de enero de 2019

Cinco de enero

Somos padres y madres a tiempo completo durante algunos años, aquellos en los que nuestros hijos dependen de nosotros y somos responsables de su cuidado, su bienestar, su seguridad.  Después, como así ha de ser y ha sido a lo largo de todos los tiempos, todo cambia.

Ellos, nosotros cuando fuimos ellos, vosotros, los que vendrán, saltamos del nido y a partir de ese momento a nuestros padres y madres sólo les queda cruzar los dedos y esperar que todo vaya bien, que nadie ni nada se crucen en el camino de quienes educamos para ser libres e independientes.

Entonces llega la época de las estaciones de tren y los aeropuertos. Las bienvenidas y las despedidas. Las comunicaciones por videoconferencia, comprobar en WhatsApp que se conectaron.

viernes, 4 de enero de 2019

Cuatro de enero

Las naves que hemos ido lanzando al espacio durante los últimos cuarenta años siguen viajando. Estos días la sonda New Horizons alcanzó Última Thule y envió a la tierra imágenes en color de ese objeto en los confines de nuestro Sistema Solar, cuyo nombre, maravilloso, es mil millones de veces más bonito que su aspecto, similar a dos piedras unidas con el perfil de un ocho. Aunque, claro, mejorar Última Thule, en cuanto a nombre de cualquier cosa del universo, es casi imposible (tal vez Primera Thule).

El caso es que cierro los ojos e imagino a esas sondas hechas de aluminio, de cables, de cobre, alejándose del pequeño planeta en el que fueron construidas por humanos como yo y como tú, y algo del inmenso abismo del espacio me hace sentir vértigo. Algunas salieron hace poco de nuestro sistema y vuelan tan lejos que jamás podrán enviarnos información. Botellas con un mensaje flotando en el mayor océano que pueda existir. Acaso en algún momento vayan a parar a unas manos -o garras o tentáculos o filamentos- que, perplejas, las observarán con la curiosidad de una inteligencia que ni siquiera podemos imaginar ahora. Probablemente cuando eso suceda nuestra especie habrá desaparecido miles o millones de años atrás. O tal vez no.  Es divertido pensar en esas cosas.  Yo lo hago. ¿Colonizaremos el universo huyendo de la extinción inevitable? ¿Evolucionaremos para sobrevivir en condiciones distintas a las de nuestro planeta original?  Sí, es divertido y también conmovedor pensar en estas cosas.

Me asomo a la ventana y miro la fachada del edificio de enfrente.  El río Vero fluye domesticado en el canal de hormigón que se construyó en su día para evitar inundaciones.  El cielo y sus estrellas más arriba de la niebla brillan pálidamente en el frío del invierno mientras en esta pequeña habitación mi corazón palpita a treinta y siete grados de temperatura, caliente como el pequeño sol que es en realidad apagándose lentamente.

jueves, 3 de enero de 2019

Tres de enero

Jueves. Siete y veinte de la tarde. Me acostaría en la cama y dormiría sin conocimiento, pero sé que a las dos o tres de la madrugada me despertaría. La niebla se ha disipado. Los chinos han aterrizado en la cara oscura de la luna.

miércoles, 2 de enero de 2019

Dos de enero

Primer día laborable del año. He jubilado a seis personas. He dado de alta en el sistema sanitario a un recién nacido que se llama Jorge. Tarjetas sanitarias europeas. Dudas sobre lecturas en la prensa relativas a cambios legislativos que todavía no se han publicado en el boletín oficial del estado. Sólo estábamos Sofía y yo y no hemos podido levantarnos de nuestras mesas en toda la mañana. Y sin embargo.

martes, 1 de enero de 2019

Uno de enero

A lo largo de mi vida he cometido muchos errores; miles, millones de errores: todos los posibles: los míos y con ellos todos los de quienes me precedieron sobre esta tierra desde el principio de los tiempos.

Probablemente en este mismo instante, mientras tecleo estas palabras, mantengo viva tan antigua tradición.

Pero comienza un nuevo año. Se llama 2019 en este hemisferio del planeta, una convención como cualquier otra y tan útil para mis intereses como cualquier otra, y sí, me hace ilusión, porque 2019 es mi próximo horizonte y, permíteme la familiaridad, también el tuyo.  Y además porque me gusta cómo suena al oído: dos mil diecinueve. Me gusta mucho. Dos mil diecinueve.

Evidentemente desde el ya lejano y remoto dos mil dieciocho que dejé atrás hace apenas un momento yo no he cambiado nada, y las mismas cosas, buenas y malas, me seguirán sucediendo o, para ser más exactos, a menudo no sucediendo; y añado: las mismas cosas, buenas y malas, seguiré cometiéndolas a menudo a mi pesar (y entiendo que este último detalle sea difícil de comprender para quienes poseen el poder infinitamente envidiado de controlar lo que quieren o no quieren hacer con sus vidas).

Me arrodillo metafóricamente ante mi propia confesión y no sé si reír o llorar, aunque una cosa sé con absoluta seguridad: en este dos mil diecinueve que ahora da sus primeros pasos reiré y lloraré, reiré y lloraré.

jueves, 25 de octubre de 2018

Con las manos en los bolsillos

Me alejo de un lugar seguro y me acerco día a día a otro que desconozco pero al que, misteriosamente, he ido perdiéndole el miedo poco a poco.

Ya casi no escribo y, sin embargo, vivo cada día con la intensidad mayor o menor de la luz del cielo. Escribir no era necesario para explorar, aunque en mi fuero interno siento que explorar sin escribir es, de algún modo, egoísta. No hacer mapas para quienes vengan detrás, no colaborar con nadie, es egoísta. Deambular sin más de aquí para allá con las manos en los bolsillos, silbando incluso a través de la noche oscura.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Un pastel de coliflor

Cocino para mañana un pastel de coliflor con migas de bacalao, ajo y huevo gratinado. Es una receta de mi suegra que, mejor de un día para otro, queda muy buena y es muy fácil de hacer.

Me asomo a la ventana de la cocina. Están derruyendo el viejo edificio al otro lado del río. Por ahora no ha afectado al pequeño bosquecillo de plantas y árboles diversos que alberga decenas de nidos de aves ruidosas. Aunque dudo que sobreviva -ojalá me equivoque.

La vida continúa porque básicamente consiste en eso, en continuar. El otro día escuché en la radio una referencia al libro de un médico especializado en enfermos terminales que hablaba de que la conciencia parece utilizar nuestro cerebro para manifestarse, no para existir. No recuerdo ni al autor ni el título de la publicación. Quien me conoce sabe de mi escepticismo construido a medias entre la poesía, mis diminutos conocimientos científicos y mi nihilismo no confeso, pero me dio que pensar. ¿Y si fuese verdad?

Mientras tanto la existencia humana transcurre al otro lado de mi mesa de trabajo. Qué espectáculo tan apasionante, tan conmovedor y aterrador a veces. Mantengo la posición con una sonrisa mientras mi corazón palpita a la velocidad del de los pájaros.

Finalmente han comenzado a bajar las temperaturas. Adiós a las sandalias y los pantalones cortos. Anoche dormí por primera vez cubierto con una sábana, la ventana del dormitorio abierta. Si el calor me aniquila a todos los niveles, la llegada del frío me resucita. Mi última oportunidad regresa.

martes, 25 de septiembre de 2018

Se niega a desaparecer

Siempre supe que el sufrimiento no es una opción, que es una realidad, desfila ante mí casi cada mañana. Pero cómo lo afrontamos sí es cosa nuestra, eso sí depende de nosotros. De hecho, a menudo, es lo único que depende de nosotros.

Acontecimientos muy cercanos a mí en estos días, en estas últimas semanas, me han hecho darme cuenta de cuánta verdad pueden concentrar a veces las palabras. Las frases hechas, las que se dicen siempre. Algunos poemas.

Una amiga muy cercana a mi corazón está afrontando una realidad que nunca había imaginado. Yo sólo puedo ofrecerle mi cariño, quedar alguna tarde junto a sus demás amigos, y nada más.

Reflexiono sobre la religión y me doy cuenta del consuelo, y por ello su éxito, que es creer en algún dios.  Yo no sé. No puedo.  Me basta con la naturaleza misma de las cosas. Plantas, nubes, diagnósticos, las últimas mariposas antes de la llegada del frío.

Mi amiga es una mujer fuerte, austera, valiente, y al mismo tiempo tan delgada, tan pequeñita. Navega rompiendo las olas con su proa vikinga de ojos profundos, su proa vikinga rompiendo la banquisa de hielo mientras este extraño y cruel verano se niega a desaparecer.

jueves, 13 de septiembre de 2018

De la potente libertad

Cada vez me pesan menos las cosas. Voy soltando lastre: qué pensarán de mí, qué lugar ocupo en la sociedad que me envuelve, qué culpa tengo de ser como soy... todas esas cosas. Todavía no he logrado liberarme del todo, pero estoy en el camino.

Por lo que experimento cada día al otro lado de mi mesa de trabajo, por todo lo que he leído, por todo lo que he sospechado desde hace tanto tiempo, sé que esa es la única verdad.

Mi vida, como la tuya, se precipita hacia el mar a toda velocidad, pero deseo y espero que antes de desaparecer seamos tú y yo capaces de ser conscientes de la potente y verdadera libertad que una vez poseímos.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Resurrección

Cada día anochece más temprano y mi cabello es cada vez más blanco, aunque el calor se resiste con uñas gigantes a retirarse de nuestras vidas pequeñas.

domingo, 10 de junio de 2018

Su heraldo

Alguien, al otro lado de mi mesa de trabajo, me dijo a principios del mes pasado que si llovía el diez de mayo llovería hasta el diez de junio. Debió ser un agricultor como lo son gran parte de las personas que atiendo en mi trabajo. Hoy es diez de junio y ha llovido suavemente a pesar de los truenos lejanos.

Los vencejos de alas de guadaña cubiertas de grasa volaban sobre el río. Hace pocas semanas lo hacían sobre rebaños de cebras, sobre jirafas y acacias, sobre grupos de leones durmiendo a la sombra de los arbustos cerca de los restos de su presa más reciente.

Vencejos, aviones comunes, lavanderas, tórtolas turcas, gorriones -mis favoritos entre todos.

El tiempo, como el agua de color chocolate del río Vero, señal inequívoca de tormentas en las montañas más arriba; el tiempo, digo, me acompaña hasta el punto de sentir a veces que yo mismo soy su heraldo, su mensajero, su prueba carnal más evidente.

martes, 5 de junio de 2018

Existir en vez de no existir

Por la mañana mi hija volaba de regreso a Bergen mientras yo atendía a decenas de seres humanos al otro lado de mi mesa, unos detrás de otros sin parar.

Finalmente no llovió, aunque los esculturales y altísimos cúmulo nimbos navegaron amenazantes sobre Barbastro durante todo el día.

Una cosa sé: la vida continúa como la necesidad de cocinar para comer, los besos pequeños, la configuración del despertador para mañana, las más básicas necesidades corporales.

No ignoro, como tú, que todo este inmenso misterio que es existir en vez no existir es algo absolutamente extraño, algo totalmente incomprensible, pero si podemos compartir todo este asombro tal vez, después de leer estos mensajes náufragos, podamos tumbarnos sobre la cama a altas horas de la noche, cerrar los ojos y abandonarnos al incierto destino sabiendo que no estamos solos.

lunes, 28 de mayo de 2018

Pies empapados

Poco a poco voy aprendiendo a dejar ir. Cosas, recuerdos, personas. Esto es algo que todos sabemos: a veces alguien te gusta pero tú no le gustas y probablemente morirás sin saber el porqué. Esa desazón también hay que aprender a sobrellevarla, sobre todo cuando uno cumple, como me pasa a mí hoy, cincuenta y cinco años.

Volví a casa desde el trabajo bajo una tormenta bíblica, protegido apenas por un paraguas azul que alguien olvidó hace años en la agencia comarcal, pero también vestido con pantalones cortos y sandalias. El agua del río Vero fluía veloz al otro lado de la valla. Al llegar a nuestro apartamento me descalcé en la entrada porque tenía los pies empapados.

sábado, 26 de mayo de 2018

El vuelo es distinto

La casualidad ha querido que hoy, el mismo día, vinieran a casa mi hija desde Noruega y mi hijo desde Italia. Mi proverbial capacidad para perderme y despistarme ha hecho que hayamos equivocado la terminal de ella en el aeropuerto de Barcelona, pero al final se ha reunido con nosotros. El vuelo de mi hijo desde Roma ha llegado con hora y media de retraso, pero al fin, por primera vez en mucho tiempo, nos hemos reunido toda la familia (y Claudia, la encantadora compañera de la beca Erasmus de Carlos).

Debo decirlo: odio los aeropuertos. Sus múltiples accesos, sus terminales, sus ascensores, sus escaleras mecánicas, sus compañías aéreas. Yo iría en mi vieja Picasso a todas partes. A Roma. A Bergen. A la antártida. Lo que más odio de los aeropuertos es el tiempo que se pierde, los precios abusivos de las cafeterías y restaurantes, que los horarios previstos carezcan de importancia, la aglomeración de personas como nosotros esperando frente a la puerta de llegada, minuto a minuto, cada vez más impacientes.

Los odio y por eso lo digo: odio ese laberinto de señales luminosas, flechas, horarios en paneles electrónicos. Eso sí: el vuelo es distinto, viaja a través de miles de kilómetros en poco tiempo y te deposita en lugares lejanos. Pero los aeropuertos no, los aeropuertos no me gustan nada. Aunque estoy dándome cuenta de que las estaciones de autobuses tampoco, ni los andenes de las estaciones del tren.

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Por primera vez en muchos meses toda mi pequeña familia está reunida. Es bonito, insólito e improbable (aterrizaban hoy, el mismo día, de pura casualidad, no estaba planificado). Soy feliz.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Sirenas de Ulises

Ayer me dormí en el sofá a las diez de la noche, algo insólito en mí. Mi compañera me dijo: "Anda, cariño, vete a la cama y descansa en condiciones", y le hice caso y, nada más depositar mi cabeza sobre la almohada, caí en un sueño profundo.

Hoy creo que también me acostaré temprano, noto el peso de los años en que mi trabajo cada vez me agota más a nivel mental. Es como si el lugar donde despierto al dormir profundamente me llamara cada vez con más fuerza, como las sirenas a Ulises.

Aquí, en este lado, a estas horas de la noche, llueve. Quién sabe qué sucederá cuando cierre los ojos, pero me gustaría regresar a casa.

sábado, 19 de mayo de 2018

Pianos desafinados y rocas lunares

Cuando por la mañana fuimos a pasear junto al canal éste bajaba hasta arriba de agua. En las lindes de la estrecha carretera las diminutas flores amarillas parecían flotar sobre el suelo.

Hoy nuestro camino habitualmente solitario estaba muy concurrido: nos hemos cruzado con una familia con niños en bicicleta, con otra con dos perros muy alegres, uno de ellos un poco asustadizo, y con dos o tres ciclistas solitarios más.

Desde la copa de una encina, con gran ruido de alas batiendo el aire, huyeron dos palomas torcaces. Vimos el primer abejaruco de la temporada, y también dos pequeñas lagartijas que huyeron a nuestro paso.

Por la tarde, mientras dormía la siesta, se desató una tormenta con granizo que me despertó. Me acosté en el otro lugar, me asomé a la ventana de éste y disfruté de las vistas desde mi refugio seguro, asombrado y a salvo. El cielo se desmoronaba como si dejase caer, no sé, excavadoras gigantes, pianos desafinados, rocas lunares.

viernes, 18 de mayo de 2018

Llegamos a casa de noche

Arribem a casa de nit,
la lluna groga i plena i grossa
alçant-se
entre núvols negres.
Tristos dies
d'esllavissada i neguit,
el món trencant-se
per l'orgull i la supèrbia
i el fum d'il·lusionistes.
Vinc invocant
la indifèrencia de les vaques
i una alegría infantil,
que se m'escapa,
de ser viva i prou.

A mi m'importa
el benestar i la pau,
la meva pàtria es allà
on oneja la bandera blanca.

6.10.17

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Llegamos a casa de noche,
la luna amarilla y llena y grande
alzándose
entre nubes negras.
Tristes días
de desmoronamiento y angustia,
el mundo rompiéndose
por culpa del orgullo y la soberbia
y el humo de los ilusionistas.
Vengo invocando
la indiferencia de las vacas
y una alegría infantil,
que se me escapa,
de estar viva y nada más.

A mí me importa
el bienestar y la paz,
mi patria reside
donde ondea la bandera blanca.

6/10/2017

Silvia Castelló Masip

Quadern de la bauma (inédito)

(Más poemas de Silvia)

martes, 15 de mayo de 2018

Tanatorio

Hacerse mayor es saber que acudir a un tanatorio a abrazar a alguien a quien quieres es muy importante. Sentir su tristeza contra tu pecho y, a la vez, el efecto de tu modesto consuelo a través de la ropa, la piel, el cariño. Es una experiencia única. Amistad o, lo que es lo mismo: amor.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Riendas

Esta noche voy a irme a la cama temprano, justo cuando termine de escribir este testimonio no solicitado.

Estoy muy cansado y necesito dormir. A veces, como hoy, siento que transporto el mundo entero sobre mis espaldas. Otras veces, ojalá mañana, siento que cabalgo sobre él con las riendas en mi mano izquierda como aprendí hace tantos años en Tudela.

Me acostaré, cerraré los ojos y quién sabe lo que me espera al otro lado, a dónde iré, de dónde volveré. Todo es posible.

martes, 8 de mayo de 2018

Rodadas

Son más de las doce. Me dispongo a acostarme sabiendo acaso un poco menos que ayer. Comienzo a desistir de mis lejanos objetivos juveniles, aunque no de los caminos: me gustan mucho los caminos del campo, sobre todo después de la lluvia, las rodadas convertidas en charcos pasajeros reflejando nubes navegando a kilómetros de altura, más cerca del espacio que de mi corazón.

viernes, 4 de mayo de 2018

Nuevas cordilleras en el horizonte

A estas alturas debería saber algo. Comprender alguna cosa. He consumido millones de horas de mi vida en intentar alcanzar siquiera, no sé, algún atisbo de ese objetivo. Escribiendo, leyendo, cantando. Pero me siento igual que al principio, allí, tan lejos, cuando entre los doce y trece años comencé a hacerme preguntas.

Mientras tanto ha ido pasando el tiempo. Logré, no sé de qué modo, que una mujer mil veces más inteligente que yo se enamorase de mí y con ella fundé una familia. Una hija. Un hijo.

Me gusta mucho mi trabajo. Cada día conozco a seres humanos nuevos con su pasado, sus expectativas, su carácter, su belleza, sus traumas. Es un trabajo que me apasiona a pesar de que algunos días me destruya un poco por dentro. Más o menos he aprendido a convivir con ese precio por hacer algo que me fascina.

Lo que no entiendo es que a estas alturas, a punto de cumplir cincuenta y cinco años, todavía no comprenda gran cosa de toda esta pequeña aventura, este parpadeo nuestro, tuyo y mío, en la historia del mundo. Hubo un momento, cuando era apenas un niño haciéndose mayor, en el que creí que leyendo y estudiando y explorando encontraría respuestas. No sabía que la exploración no ofrece respuestas sino nuevas cordilleras en el horizonte, nuevos ríos, valles, planetas; nuevas preguntas.