jueves, 21 de enero de 2010

Migas de pan

A veces tengo la sensación de que cada día sin escribir se disuelve detrás de mí como si nunca hubiera existido, pero yo no pertenezco a la antigua raza de la época del sueño, no soy uno de los gigantes que salieron del mar para crear el mundo nombrándolo y señalando sus árboles, sus montañas, sus ríos; yo pertenezco a la raza del tiempo veloz, este tiempo que se precipita día y noche, también mientras duermo.

A veces tengo la sensación de que cada día sin escribir es una miga de pan que se ha comido un pájaro. No encontraré el camino de vuelta. Me perderé en el bosque. Desapareceré para siempre.

sábado, 16 de enero de 2010

Para no pensar

Despierto de la siesta cuando la luz comienza a menguar en la claraboya del techo. Para no pensar en niños y adultos atrapados desde hace días bajo los escombros, pobres almas agonizando de sus heridas, de hambre y de sed, decido encender la chimenea. La madera está húmeda y a las ramas y piñas debo añadir una pastilla blanca que huele a petróleo. La leña humea, sisea, se resiste, pero finalmente acaba crepitando y consumiéndose. Me sirvo un Jack Daniel's y me abandono al hipnótico mensaje del fuego que baila y dice: «soy ajeno a ti». Como el mar. Como la lluvia.

martes, 12 de enero de 2010

Cuento de invierno

Cada día de cualquier peatón de un país occidental podría convertirse en una película de Eric Rohmer. Lo que vemos de esa persona: cuando se dirige al trabajo, cuando toma un café en un bar, cuando sube al coche y se aleja calle arriba; y también lo que no vemos: cuando abre la puerta de su casa y la cierra tras de sí, cuando habla con su marido o su amante sentada a la mesa de la cena, cuando despierta en medio de la noche, poco antes del amanecer. A mí me interesan esas cosas, me interesa mucho ese concepto artístico cuyo único propósito es mostrar sin estridencias el misterio que late en la experiencia cotidiana de nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros vecinos. Por eso me gustaban y me gustan mucho las películas de Rohmer, que murió ayer. Ellas, junto a tantas otras de propuestas y estilos muy diferentes, forman parte de mi educación sentimental. Quién sabe, tal vez su serie titulada «Cuentos de las cuatro estaciones» (mi preferido es el de invierno) contribuyó de algún modo, inconscientemente, al título de este cuaderno. Debo tanto a tantos, a decenas, a centenares de tantos vivos y muertos, habitantes de siglos cercanos y de siglos remotos, conocidos y anónimos... A medida que trazo mi camino más agradecimiento siento hacia todos ellos, hacia su talento, hacia su inteligencia, hacia el fruto de sus exploraciones. Son mi discreta compañía.

jueves, 7 de enero de 2010

Vidas minúsculas

Las calles de Mauléon aparecen desiertas a las doce de la mañana del dos de enero de dos mil diez. No se ve un alma por la calle. Me pregunto quién vive tras los visillos de las ventanas, quién puebla este pequeño pueblo de Aquitania atravesado por un río. Hay una breve avenida flanqueada por árboles, un frontón, el Café de l'Europe. En el escaparate de una tienda fotográfica sonríen niños desconocidos encaramados a una motocicleta. Pienso en Proust; pienso en las vidas minúsculas de Pierre Michon; pienso en aquella película que en su día me gustó tanto, «Las confesiones del doctor Sachs». ¿Podría vivir yo en un lugar así? Ah, pero yo ya vivo en un lugar así: pequeño, provinciano, casi desierto a determinadas horas del día. En mis ventanas hay cortinas. Un cielo gris que presagia lluvia. Vidas minúsculas.

miércoles, 6 de enero de 2010

Mañana de reyes

Camino hacia el tanatorio para dar mis condolencias a una amiga del coro a quien se le ha muerto su madre de ochenta y nueve años. En la acera del velatorio hay gente charlando y fumando. Un pequeño grupo ríe animadamente. En mi país un funeral es un motivo como cualquier otro para practicar las relaciones sociales y familiares, una costumbre que rinde homenaje a la vida. Entro en el edificio y doy dos besos a mi compañera de música. Pronuncio con cariño las palabras conocidas: «Te acompaño en el sentimiento», una frase en la que es necesario detenerse. Hablamos durante unos minutos y vuelvo a casa. El aire es frío pero luce un sol radiante. Algunos niños pasean junto a sus padres portando los regalos que los Reyes Magos les han dejado en casas distintas a las suyas. Ignoro el motivo pero por primera vez en mi vida no siento nostalgia.

Dos ríos

jueves, 31 de diciembre de 2009

Musgo

La lluvia nos acompañó durante todo el viaje, una lluvia suave y constante que continúa cayendo en la noche que cubre los bosques que nos rodean. Mis padres, hermanos y sobrinos vinieron ayer a la casa y a nuestra llegada el lugar ya había sido ocupado por el clan, diecinueve personas más otra que crece en el vientre de su madre. Dentro de unas horas cenaremos y brindaremos para que el nuevo año que comienza sea benévolo con nosotros. Si la leña arde en la chimenea y la lluvia empapa el musgo en la oscuridad, ¿cómo no tener esperanza en el futuro?

martes, 29 de diciembre de 2009

Toki Ona

Todavía no ha llegado el paso de año nuevo y ya comienzo a elaborar mi lista de buenos propósitos. Siempre es la misma, lo que dice mucho de mi escasa fuerza de voluntad, y también siempre sostengo cierta esperanza en cumplirla, lo que dice algo de mi ingenuidad. Pero ahora es momento de envolver regalos y comenzar a preparar el viaje de pasado mañana a Toki Ona, que significa «Lugar bueno» en euskera. El propósito principal de mi lista, teniendo en cuenta las comidas y cenas que me esperan, deberá esperar a los Reyes Magos.

domingo, 27 de diciembre de 2009

De clérigos

Nunca presto mucha atención a las proclamas y doctrinas de los clérigos católicos, al fin y al cabo a mí no me conciernen, no soy miembro de ese club y no otorgo autoridad alguna al papa o los obispos, del mismo modo que no otorgo ninguna autoridad a los demás representantes de las otras ofertas religiosas actuales. Los observo con curiosidad, eso sí, pues no deja de sorprenderme el empeño que tienen todos ellos en que quienes no creemos en sus supersticiones actuemos exactamente como ellos dicen, una falta de respeto verdaderamente inaudita.

Hoy he leído que el papa, apoyando un acto de los obispos españoles en defensa de la familia (de la familia «católica», habría que precisar), ha dicho lo siguiente: «La familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer es la mejor escuela donde se aprende a vivir aquellos valores que dignifican a la persona y hacen grandes a los pueblos". Ahí queda eso. Lo primero que he pensado es en mi familia, claro. Yo estoy casado con una mujer y tengo dos hijos. Es cierto que intentamos inculcarles valores que hagan de este mundo un lugar más justo, más humano, más decente, pero esos valores huyen drásticamente de la religión para acercarse a la razón, la ciencia, el arte, la sensibilidad, el sentido de la justicia. En la escuela de mi familia enseñamos a nuestros hijos que para formar una familia sólo hace falta amor y responsabilidad, no dos sexos determinados y unas normas pautadas por el sanedrín. Así que se da la paradoja de que yo cumplo la palabra del papa, pues inculco a mis hijos valores que dignifican a la persona, pero la cumplo en dirección distinta a la que su secta propone, pues mis valores comienzan por el rechazo a cualquier religión, un rechazo proporcional al impulso de la curiosidad, la investigación, las preguntas sin respuesta previa, la evidencia de que nuestra vida es una experiencia absolutamente personal. ¿Nihilismo? No: exploración.

Hace tres o cuatro años regresaba del colegio de mi hijo con él de la mano cuando un compañero suyo que caminaba a nuestro lado y que asistía a la catequesis previa a la comunión le preguntó: «Oye, Miramón, ¿qué os enseñan en la clase de Ética?». Carlos contestó: «Pues que tenemos que querernos todos y ser buenos y todo eso, pero sin Jesús ni la virgen».

¿He escrito que no suelo prestar mucha atención a los curas? ¿Opinas que parece mentira después de lo que acabo de escribir? Bueno, en mi descargo diré que es lo primero que redacto al respecto en todos estos años, y añadiré: si ningún católico está obligado a divorciarse, si ningún católico está obligado a casarse con una persona de su mismo sexo, si ningún católico está obligado a hacer esto o lo otro, si efectivamente los católicos pueden hacer lo que quieran según sus preceptos, ¿cómo es posible que el resto de la población debamos asumir como algo normal que ellos pretendan convertir en ley general sus dogmas y creencias, sus valores, su doctrina? ¿Cómo es posible que debamos aceptar eso?

Cuando he leído que el señor Rouco Varela afirmaba que sin las familias cristianas España y Europa se quedarían prácticamente sin hijos, sin futuro biológico, me he dado cuenta de la verdadera dimensión de la desesperación de su iglesia. ¿Acaso no tenemos hijos quienes no creemos en ningún dios? Sí, los tenemos. En realidad, ése es su verdadero problema.

domingo, 20 de diciembre de 2009

De pájaros

Por la mañana fui con Paula al huerto de un amigo a recoger leña de almendro. Al paso de nuestro coche se espantaban bandadas de pajarillos grises en los arbustos junto al camino; en los ralos campos verdes se alimentaban garcetas blancas y, mezcladas con ellas, media docena de circunspectas avefrías.

Al llegar a la finca aparqué junto a la caseta y di voces para hacernos notar. Ángel y su padre vinieron a nuestro encuentro. Llenamos el maletero de leña y, tras darles sinceramente las gracias, fuimos a la sierra de San Quílez a recoger piñas y pequeñas ramas para encender. Detrás de un gran pino derribado por el viento descubrimos el esqueleto de un perro o un zorro, su cráneo intacto, sus costillas blancas sobre el musgo de la ladera.

De regreso a casa vimos picarazas y cuervos en los campos labrados. En la lejanía se escuchaban disparos de escopeta, ladridos.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Fría y blanca

La noche es fría y negra. Las ventanas de la colmena se irán apagando de una en una hasta ceder el testigo de nuestra existencia a las pálidas, pequeñas, amarillas luces de las farolas en las calles desiertas. Más allá, en campo abierto, la humedad cristaliza minuto a minuto. Pronto vendrá la aurora fría y blanca.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Dorm, fillet meu

El lunes escuché una preciosa adaptación de «Lágrima», un tema para guitarra de Francesc Tàrrega, en el programa «Música sobre la marcha», de Radio Clásica. Desde entonces no hago más que cantarla. Pertenece al disco «Nou de Tàrrega», de Manel Brancal, editado por la Universidad Jaume I. He extraído la canción del podcast del programa disponible en la página web de Radio Nacional. Canta Arantxa Domínguez y toca el piano Michel Llorens. «Duerme, hijito mío, duerme sin miedo, mira la luna vestida de espuma, fanal del mundo».

sábado, 12 de diciembre de 2009

Otro planeta

Al fin ha llegado el frío, el frío de verdad, el frío que en este territorio significa niebla, escarcha helada y temperaturas bajo cero. Ah, qué ganas tenía. Cuando ayer por la mañana vi que el termómetro del coche señalaba un grado negativo bajé la ventanilla durante un rato y fui feliz. Los inmensos volquetes amarillos de ruedas altas como una persona, tan parecidos a camiones de juguete, iban y venían a lo largo de las obras de la futura autovía, la luz de sus faros atravesando la bruma a duras penas. Durante un instante tuve la sensación de estar contemplando los trabajos de colonización de otro planeta.

Después del ensayo

lunes, 7 de diciembre de 2009

Escribo esto

Desde el colegio del otro lado de la calle llegan los maullidos y gritos de una gata, ¿es posible que esté en celo en pleno mes de diciembre? Suena el teléfono. Es mi hija, que me llama para que vaya a buscarla. Me visto rápidamente, bajo al garaje, arranco el coche y salgo a la calle desierta. Había olvidado lo agradable que es conducir a través de Zaragoza de madrugada. A medida que voy acercándome al centro comienzo a ver más gente en las aceras: algún caminante solitario, parejas, grupos de jóvenes. Paula me espera en el lugar acordado. Veo que se está despidiendo de su amigo y hago descender el cristal de la ventanilla para ofrecerme a acercarle a su domicilio. Me dice que gracias pero no, que no hace falta. Ella entra en el coche, se sienta a mi lado. Qué guapa está. Jamás imaginé que tendría una hija. Jamás imaginé que sería así. No le digo nada y enfilo la avenida. Los semáforos se ponen rojos y verdes ajenos a la ausencia de tráfico. Paula me cuenta algunas cosas, algunas dudas, lo que han cenado, me dice que tiene mucho sueño. «En cuanto lleguemos a casa podrás irte a la cama, cariño», le digo. Conduzco como si estuviese tocando un violoncello, como si estuviera escribiendo a máquina, como si me dejase llevar por la corriente de un gran río. El navegador de mi cerebro me hace girar en la siguiente calle, tirar recto hasta la rotonda del final y después torcer a la izquierda. Ayer hacía lo mismo al volante de un viejo Seat 127, el corazón henchido de felicidad e ignorancia. ¿Ayer he dicho? ¡Hace más de veinticinco años! Ya hemos llegado. Pulso el mando a distancia de la puerta metálica, entro en sus fauces, maniobro para aparcar. Mi hija y yo atravesamos a pie el garaje de los zombis, aunque ella está tan cansada que ni siquiera es consciente de que conmigo está a salvo. Subimos en el ascensor. Llegamos a casa. Los desesperados maullidos de los gatos siguen alcanzándonos desde las instalaciones del colegio que hay al otro lado de la calle. Me sirvo un whisky con hielo, abro la tapa del MacBook, escribo esto.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Pioneros

Yo me conecté a internet por primera vez en 1996. Lo que entonces caracterizaba a la red era una verdadera sensación de libertad, la posibilidad de compartir sin fronteras, sin límites, la capacidad de explorar el mundo sin que importase vivir en una aldea o en una gran capital. Internet cambió mi vida, y no estoy exagerando en absoluto.

Todos sabemos que la red es un territorio donde abunda el ruido y la inmundicia, una ciudad con sus callejones peligrosos, sus timadores, sus criminales, pero quienes la transitamos diariamente sabemos también de sus tesoros. Para mí el más importante, el que los reúne a todos, es el acceso a la primera biblioteca verdaderamente universal de la humanidad. Sentados a la hora del desayuno en la cocina de nuestra casa podemos echar un vistazo a los agujeros negros fotografiados por telescopios espaciales, leer los titulares de diarios de todo el planeta, visitar museos, mirar fotografías antiguas, consultar críticas de películas, aprender solfeo, descubrir el verdadero rostro de Mozart, leer sus cartas, escuchar cualquiera de sus obras, estar al día de la poesía que se publica en Polonia, descargar la película rusa Solaris, de 1972, en versión original con subtítulos, qué se yo, cualquier cosa, literalmente casi cualquier cosa.

Es cierto que con la aparición de internet todo cambia. Hoy pensaba en los copistas y la aparición de la imprenta que les dejaba sin trabajo. Internet es una imprenta descomunal: todo puede clonarse, copiarse, grabarse, compartirse, llegar a los ojos, los oídos, los cerebros de quienes sienten curiosidad. Y si algo sabemos es que el afán del ser humano es la exploración, y es éste un afán que no puede frenarse de ningún modo (excepto, tal vez, mediante la religión).

Comprendo que para muchos será duro adaptarse a estos cambios. La industria asociada a la difusión cultural no volverá a ser la que era. Ahora mismo todos los elementos están recolocándose, agonizando, naciendo. Yo soy un consumidor habitual de iTunes, por ejemplo, compro mucha música allí a precios razonables, y creo que por ahí van a ir los tiros, no por mantener la venta de discos de los que sólo nos interesan una o dos canciones. Yo no soy ningún experto, sé que hay miles de detalles importantes que se me escapan. Lo que sí tengo claro es que me gustaría que Internet continuase siendo este territorio libre, esta comunidad donde poder compartir las cosas que nos gustan. Sin internet dudo que yo hubiese podido ver la película «El cielo gira», de Mercedes Álvarez, por ejemplo, un bellísimo documental casi imposible de encontrar; sin internet jamás hubiese leído los maravillosos poemas que traduce Abel Murcia en su blog; sin internet no os hubiese conocido a ninguno de vosotros.

No quiero que ninguna comisión ministerial controle todo esto. Si alguien piensa que existe un delito que lo denuncie a la policía, que el juez determine conforme a derecho. No somos delincuentes, sólo somos pioneros.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Filamentos

Despierto mucho más temprano de lo habitual, cuando todavía es noche cerrada en la claraboya sobre la cama. Emerjo de la inconsciencia como el astronauta que ha llegado a su destino tras meses de hibernación. El resto de la tripulación duerme en sus camarotes. En el exterior la luz de la luna llena se difumina y disuelve en una gasa de filamentos de leche.

lunes, 30 de noviembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

Después del ensayo

Somos los últimos clientes del Chanti y las camareras nos esperan con aire cansado. Después de pagar salimos a la calle por la que no circula un alma. Hace días que el ayuntamiento instaló la iluminación navideña, que permanece apagada en espera de las fechas festivas. El pueblo aparece desierto. Nuestras voces, a pesar de hablar en voz baja, retumban entre las fachadas. Poco antes cantaban música de siglos pasados, bellas canciones compuestas por personas muertas, música humana y carnal viajando a seiscientos kilómetros por segundo a través del tiempo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Tres gorriones

La primera luz de esta mañana de noviembre es cruda y pálida. Tres gorriones vienen a beber agua en los platos de las macetas de la terraza. Contemplar su alegría limpia mi cerebro de oscuridad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Usted y tú

A medida que voy cumpliendo años con más frecuencia me tratan de usted. Nunca me ha gustado, tampoco cuando era joven. Yo, en cuanto intuyo la mínima posibilidad, trato de tú a los demás. Al cabo de los años he desarrollado cierto instinto para adivinar cuándo puedo permitírmelo, y confesaré que tal costumbre me ha granjeado muy buenos momentos, sobre todo en conversación con personas ancianas que así me lo pedían. No, no me gusta el usted. A menudo he comprobado cómo, detrás de ese tratamiento supuestamente cortés, se escondía el desprecio, el distanciamiento e incluso la prepotencia. Leyendo a Henning Mankell aprendí que en Suecia todo el mundo se tutea sin que eso suponga una falta de respeto, lo cual aumentó todavía más la simpatía que siento hacia el país de Ingmar Bergman.

martes, 10 de noviembre de 2009

La vuelta al mundo

Como los presos que recorren
la celda arriba y abajo
contando sólo los pasos,
no las idas y venidas,
no el muro, sólo
los pasos hasta haber
dado la vuelta al mundo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Fin de semana

Me ducho después de cenar: ¡no me duchaba desde el viernes por la mañana! Tampoco me he afeitado desde entonces, ni me he cambiado de ropa: he pasado los dos días vestido con los mismos pantalones viejos, la misma camiseta de algodón con agujeros, la misma chaqueta azul de lana llena de pelotillas. No he salido de casa para nada, no me ha dado la luz del sol ni me ha embestido el viento que derribó una maceta en la terraza. He leído el último libro de Antony Beevor; he cocinado fabada asturiana, gallos, pimientos verdes fritos, mejillones a la marinera, salmón al horno con patatas, ensalada de aguacate y gambas, jamón con pan con tomate; he bebido vino y whisky; esta misma tarde he planchado una enorme cesta de ropa y un rato más tarde, después de cenar, me he duchado al fin.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Arbustos rodantes

Las nieblas matinales de la semana pasada han sido borradas por el viento que sopla desde el lunes. En la valla metálica que protege la autovía se acumulan los arbustos rodantes que han sido arrastrados hasta allí. El aire es tan transparente que las montañas que se perfilan al final del paisaje, más allá de los rojizos viñedos del somontano, parecen más altas y más cercanas que ayer. Ojalá pudiera seguir conduciendo hasta la última carretera local, hasta el último camino donde dejar el coche, y continuar después a pie ladera arriba, paso a paso, sin desfallecer.

martes, 3 de noviembre de 2009

Tristes trópicos

«Nos encontrábamos en una llanura que probablemente seguía hasta el río Paraguay, tan plana que el agua no llegaba a evacuarse, cuando estalló la tormenta más violenta que jamás he tenido que afrontar. Ningún abrigo posible, ningún árbol se veía en el horizonte: no teníamos más remedio que avanzar, tan chorreantes y empapados como nuestras cabalgaduras, mientras el rayo caía a diestra y siniestra como los proyectiles de un tiro de estacada. Después de dos horas de prueba la lluvia paró; se comenzaron a ver los remolinos que circulaban lentamente por el horizonte, como en alta mar. Pero en la extremidad de la llanura ya se perfilaba una terraza arcillosa, de algunos metros de alto, sobre la cual unas diez chozas se recortaban contra el cielo.»

Tristes trópicos, Ediciones Paidós, 1994 (la edición original es de 1955, Plon, París). Traducción (soberbia) de Noelia Bastard.

Claude Lévi-Strauss, 28-11-1908 / 1-11-2009.

Un magnífico artículo de Xavier Rubert de Ventós.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Todos los santos

Avanzo a través del inmenso centro comercial, abierto en domingo. Hace mucho calor, sobre todo en la zona de las tiendas de moda textil. ¿Cuántas personas nos hemos reunido aquí? ¿Mil, cinco mil, diez mil? ¿Cuántas son portadoras de un tumor que todavía no conocen? ¿Cuántas están pensando secretamente en separarse de sus parejas, pensando en cuándo y cómo se lo dirán? ¿Cuántas a punto de declarar su amor a quien camina a su lado? ¿Cuántas personas de las que me rodean ignoran que todo va a ir bien, que serán felices?

Miro a mi alrededor y pienso en un hormiguero. También los cementerios estarán rebosantes hoy de visitantes de este mundo, ruidosos oferentes de flores armados con gamuzas, limpiacristales, memoria, ternura, nostalgia, fragilidad.