jueves, 6 de septiembre de 2007

La sombra de los olmos

Conduzco despacio por
una carretera arbolada.
La intermitente sombra de las copas
impide y permite
la luz del sol
a un ritmo constante.
Dentro de algunas semanas
comenzarán a despoblarse
y el arcén
se cubrirá de hojas.
No quedan muchas carreteras así:
ya nadie camina por ellas y
la sombra de los olmos
a nadie refresca. A mí
me gusta este juego de luz y oscuridad
sucediéndose una a la otra,
luz y oscuridad, luz y oscuridad
hasta dejarlo todo atrás.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Alguien murió

Murió ahogado un pescador. Murió, víctima de una bomba, una señora de Bagdad que caminaba por la calle. Murió un agricultor aplastado por su tractor. Murió de hambre un niño pequeño en algún lugar de África. Murió en los hielos de los Alpes un pastor hace más de cinco mil años. Murió un escritor en la habitación de un hospital. Murió un aristócrata en su pequeño apartamento. Murió Jorge Manrique de un lanzazo en los riñones cerca del castillo de Garci Muñoz. Murió un joven futbolista después de un infarto en pleno campo de juego.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Tormenta de agosto

Hace unas horas conducía hacia Barbastro junto a los oscuros viñedos que pronto serán vendimiados. El cielo pardo vibraba en la mañana de bochorno como si fuese el de un planeta lejano, diferente, hostil. Ya en mi destino rompió la tormenta: retumbaron los truenos y gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre los castaños de indias y la grava del parque. Los peatones aceleraron el paso en las aceras. Del asfalto húmedo se elevó inmediatamente aquel olor a sueños y sexo. Fue un alivio breve, casi peor que si no hubiera sido, pues al cabo de quince o veinte minutos la tormenta cesó poco a poco. Las calles se secaron. Las personas volvieron a caminar despacio, todavía más sofocadas que antes por el vapor que ahora desprendía el suelo. El sol, indiferente a nuestra existencia, continuó brillando sobre el mundo.

sábado, 25 de agosto de 2007

Ser el fruto

Hoy mis padres cumplían cuarenta y cinco años de casados, y para celebrarlo han invitado a sus dieciséis hijos, hija, nueras, yerno, nietas y nietos a comer. Los homenajeados estaban radiantes, rodeados de la vida que su encuentro había sembrado hace casi medio siglo. Gritaban las niñas pequeñas, charlábamos los adultos, tintineaban los cubiertos y las copas de vino. Sé que soy un hombre afortunado, lo he sabido siempre, y uno de los motivos más poderosos para serlo son ellos: qué privilegio ser su fruto.

martes, 21 de agosto de 2007

Comienzo

El viento ha estado soplando durante toda la noche. Ahora la claridad que se cuela a través de la persiana dibuja sobre la pared del dormitorio un paño de círculos de luz. En la calle resuenan voces masculinas, el motor de un camión. El verano menos caluroso de los últimos años comienza a quedar atrás. Me siento en el borde de la cama, respiro una, dos, tres veces, y me pongo en marcha.

sábado, 18 de agosto de 2007

Polvo de huesos

Dice: si volviese a nacer sería músico profesional, a ser posible chelista en una orquesta del norte de Europa, luciría una de esas barbas de cuatro días cuidadosamente rasuradas y viviría en una casa de paredes blancas. Dice: si volviese a nacer sería cocinero y abriría un restaurante pequeño, sin pretensiones, cerca del mar pero no en el paseo marítimo sino en una calle estrecha y adyacente que hubiese que buscar para encontrarla, cada mañana acudiría temprano al mercado y compraría la mejor verdura, la mejor carne, el mejor pescado, tendría muchos hijos, un coche viejo y una barquita para navegar los lunes. Dice: si volviese a nacer sería pastor de ovejas en la Patagonia, tendría tres caballos, una boina, dos sillas de blanca piel de cordero y una alegre novia de mejillas sonrosadas en un pueblo a muchos kilómetros de distancia; al cabalgar hacia sus brazos los cascos de mi montura levantarían nubes de polvo de huesos de dinosaurio.

jueves, 16 de agosto de 2007

Terremoto en Perú

Alzo la vista del libro y ya no queda nadie en la piscina. Casi hace frío cuando me levanto de la tumbona y busco con la mirada a mi hijo y su amigo. Los localizo en el último rincón de hierba donde todavía queda un poco de sol. A mi llamada se levantan y vienen corriendo, alegres y confiados, a través de las sombras. Alguien apagó la música en los altavoces. Riela el agua azul.

sábado, 11 de agosto de 2007

Después del ensayo

Después del ensayo del coro unos pocos fuimos al bar a tomar unas copas. Hablamos de esto y de lo otro hasta casi las dos de la mañana. Luego, mientras regresaba a casa, recordé las Perseidas, las lágrimas de San Lorenzo. Detuve el coche y salí al espacio exterior. La luz de la colonia humana contaminaba el cielo nocturno impidiendo la observación de los meteoros, pero así y todo aquella oscuridad tachonada de algunas estrellas me impresionó hasta el punto de hacerme creer que todo era cierto, absolutamente cierto. Desde el principio hasta el fin.

jueves, 9 de agosto de 2007

Mudanza

Hemos llevado a cabo una mudanza, aunque la mayor parte de las cajas tuviesen como destino un centro de reciclaje de residuos del ayuntamiento de Zaragoza. Todo: el retrato de boda donde mis suegros aparecen tan extrañamente jóvenes y desenfocados en blanco y negro, los recuerdos de cerámica de sus escasos viajes a Cuenca o Tarragona, los juegos de café, las lámparas, una gran llave antigua que alguna vez sirvió para abrir una puerta cuyo rastro se ha perdido, sábanas, mantas, figuras de santos, candelabros, bandejas de plata, álbumes de fotografías donde M. nace, crece y se aleja de mi brazo, colecciones de sellos y monedas, zapatos, la bendición oficial de un papa de Roma, calendarios: todo fue examinado y seleccionado. No me sentí más cruel que el eco de las habitaciones vacías.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Bajo el sol

Agosto nos alcanza con dos de mis sobrinos pasando unos días con nosotros. Mientras las primas adolescentes salen cada tarde a explorar el gran mundo de este diminuto lugar del universo, sus hermanos pequeños se lanzan a la piscina de cabeza con carrerilla, de cabeza desde parado, de lado, hacia atrás, en bomba, y chillan, se ríen, salpican.

Una vez, por increíble que parezca, yo fui uno de ellos bajo el sol. ¿Cómo es posible que haya podido olvidar tantos detalles de aquel tiempo, todos aquellos veranos? ¿Cómo es posible que casi no sea capaz de enfocar una imagen nítida de mis padres cuando eran jóvenes? ¿También C. olvidará cómo soy yo esta tarde, aquí sentado cerca del agua con un libro abierto en la mano, las gafas oscuras sobre la nariz? Desde luego que sí. Se olvidará, lo sé.

Laten los corazones de los vivos. Los pulmones se llenan y se vacían. El futuro chilla, ríe, salpica, dice: "¡Tío, mira cómo me tiro de cabeza!", dice: "¡Papá, mira cómo me tiro de cabeza!". Y yo miro, admiro, me asombro de tamañas proezas. Éste es el tiempo, no otro, no ayer.

jueves, 26 de julio de 2007

Todo eso

Un gigantesco bloque de hielo se desgaja de su plataforma y cae con estrépito sobre el océano antártico. Una niña congoleña duerme en su jergón. Un hilo de pequeñas hormigas va y viene entre el jardín y la despensa de una casa en Dinamarca. Llueve lentamente sobre el Cabo de Hornos. Crujen las dunas del desierto del Sahara. Alguien se lleva a la boca una copa de vino en una aldea de Francia. Una profesora de historia de treinta y dos años se masturba en Tokio. Tres cachorros maman de las ubres de una leona en las llanuras del Serengeti. Un joven agoniza entre los hierros de su coche en una carretera local de Canadá. Una anaconda se desliza bajo el pantanal amazónico. Un niño ruso lee absolutamente concentrado un libro de seiscientas páginas que ya siempre formará parte de su vida. Los embates del mar reducen milímetro a milímetro el tamaño de Irlanda. Un hombre escribe todo eso en alguna parte.

lunes, 23 de julio de 2007

Días de Asturias

Hoy ha salido el sol, que se cuela a través de los cristales empapados por la condensación del calor interior del bungalow. Los turistas, los petirrojos y las ardillas nos asomamos a la luz tras una noche donde la lluvia no dejó de repiquetear sobre el tejado de madera.

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Durante el recorrido en coche entre Ribadesella y Gijón no dejamos de asombrarnos de la belleza del paisaje de Asturias. Una vez en la pequeña ciudad caminamos por su paseo marítimo. La marea está tan alta que apenas deja una franja de playa libre para que los bañistas puedan extender sus toallas. Visitamos el parque de La Atalaya, un monte de verdes prados frente al cantábrico; admiramos la escultura “Elogio del horizonte”, de Eduardo Chillida, los restos del fuerte del siglo XVII que defendía la costa de los barcos enemigos, el puerto deportivo. En una sidrería del antiguo barrio de los marineros comemos pulpo con patatas, ensalada, pescados a la parrilla. Después de comer regresamos al parque para tumbarnos sobre la hierba y hacer la digestión. Las gaviotas se gritan unas a otras en el cielo, a veces parecen reír en breves carcajadas histéricas. Más tarde, camino del coche, volvemos a pasar junto a la playa de San Lorenzo. El mar ha retrocedido cuarenta o cincuenta metros y la arena se ha cubierto de personas que toman el sol. Los peatones las observan con evidente diversión apoyados en la barandilla metálica pintada de color blanco.

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Ayer fuimos a la playa de Vega y hoy hemos estado en la de Tereñes. Deambulamos por la zona de costa donde la marea deja charcos en las rocas. Hay pequeñas anémonas, cangrejos ermitaños, bígaros, gobios. El cielo, como todos los días desde que llegamos, está gris. El azul del mar es oscuro y mineral.

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Cada mañana después de desayunar camino a paso ligero durante media hora por las estrechas carreteras circundantes, entre pequeños muros de piedra y esponjosas laderas cubiertas de vegetación. Hay dos perros que siempre me ladran.

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Despierto en medio de la noche lluviosa. Mi hijo duerme a mi lado, contemplo durante un instante el perfil de su cabeza en las sombras. De camino al cuarto de baño compruebo en el teléfono que hay sobre la mesa que son las cinco y media de la madrugada. Al regresar me asomo a una de las ventanas. El cielo está oscuro como si todavía faltasen muchas horas para amanecer. El orballo repiquetea en el tejado y los canalones.

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Playa de Santa Marina, de Vega, de Tereñes, de Barro, de Poo, de Isla, playa de la Griega. M. y yo jugamos a imaginar que nos retiraremos aquí cuando nos jubilemos. El verde que todo lo inunda llena nuestro cerebro de una tranquilidad antigua y equilibrada. Y el sonido del mar.

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En el campo crece el laurel, crecen nogales, eucaliptos, ortigas, helechos; en los jardines hortensias, manzanos de sidra, limoneros. El agua está presente allí donde posamos la mirada: cae lentamente del cielo, rezuma de la tierra, hidrata nuestra piel. Nosotros, que venimos de comarcas amarillas, gozamos sin cansancio de tanta abundancia.

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Hoy en la playa de la Griega, en Colunga, nos hemos puesto de pie dentro de la huella fosilizada de un gran saurópodo que pasó por ese mismo lugar hace millones de años. He caído en la cuenta de que su peso fue tan real como el mío. ¿Cómo olía el aire que flotaba entonces sobre la tierra? ¿Qué animales volaban sobre las olas? A pocos metros de la orilla asomaba un banco de arena que la marea había limpiado de todo signo. Nos hemos descalzado y vadeando un pequeño istmo hemos alcanzado y conquistado el lugar, cruzándolo con nuestras huellas.

viernes, 6 de julio de 2007

Víspera

Me he despertado a las seis y ya no lograba volver a dormir. Hoy es un día especial: mi última jornada laboral antes de las vacaciones de verano, la víspera de un viaje. Nos espera el mar cantábrico (recuerda llevar las aletas y las gafas de bucear). Esta tarde prepararemos el voluminoso equipaje de la familia y mañana temprano saldremos a la carretera al más puro estilo de nuestros antepasados.

lunes, 2 de julio de 2007

Lunes de julio

Salgo del trabajo con la cabeza llena de voces y rostros, saturada de los problemas de decenas de personas. Cerca del mediodía ha habido un momento en el que he sentido la necesidad de levantarme y salir a dar un paseo, solamente eso, un paseo de cinco minutos en silencio, pero hoy no podía permitírmelo.

Pasadas las siete y media de la tarde, cuando gran parte de la gente empieza a marcharse, voy a la piscina con C. La superficie del agua está especialmente lisa y limpia en el instante en que me lanzo de cabeza y la rompo con el volumen de mi cuerpo, llego al fondo de azulejos azules, lo rozo con las manos y me impulso hacia arriba, de regreso al mundo del oxígeno donde mi hijo me espera en la orilla, dispuesto a mostrarme que él también sabe hacerlo. Más tarde nos secamos sentados en un banco de hormigón. Apenas queda nadie en las instalaciones. C. come una bolsa pequeña de patatas fritas a mi lado. Un tren pasa rugiendo por la vía cercana. Los vencejos han salido de caza y vuelan maniobrando vertiginosamente en el cielo como sólo ellos saben hacerlo. Contemplándolos caigo en la cuenta de que, a pesar de la música de los altavoces, los breves chillidos de los pájaros y todos los demás sonidos, el silencio ha regresado por fin a mi cabeza: la angustia con la que salí del trabajo se ha disuelto como humo a merced del viento. Respiro profundamente sintiendo el compasivo sol del atardecer en la espalda desnuda. No quiero, no me atrevo a pensar en la justicia de mi suerte.

miércoles, 27 de junio de 2007

Publicidad

La mujer que se acerca a mi mesa de trabajo lleva una camiseta de tirantes de color verde oliva, y en la zona baja del tirante de la derecha se ha colocado un pin redondo en el que puede leerse la siguiente frase: “Si quieres adelgazar / pregúntame cómo." Resulta del todo imposible leer el eslogan sin mirar sus pechos, algo que, por supuesto, ella tuvo en cuenta cuando se vistió por la mañana. Cuando ya se está levantando para marcharse le pregunto qué significa exactamente la publicidad que lleva encima. Sonríe y me da la tarjeta de una empresa parafarmacéutica que comercializa productos para adelgazar. Le doy las gracias y ella, dándose la vuelta, se aleja contoneándose ligeramente. Aunque no porta ningún pin detrás no puedo evitar echar un breve y disimulado vistazo a su anatomía.

sábado, 23 de junio de 2007

Voces nocturnas

Las voces de unos desconocidos en la calle siempre hacen eco cuando es de noche, puedo oír ahora su confuso estruendo a través de la terraza abierta del salón. En mi memoria, sin embargo, suena una música invisible, en ella cada nota es perfecta, pura y humana al mismo tiempo, y vibra en mi cerebro como en una capilla.

jueves, 21 de junio de 2007

San Ramón

Hoy es fiesta local en Barbastro en honor a San Ramón, patrón de la ciudad, así que no he ido a trabajar. Como en Binéfar es día laborable he podido permitirme el lujo de llevar a C. al colegio en su última mañana de curso. Después he ido al lavadero de coches para limpiar el mío a conciencia, arrancando de su chapa viejos excrementos de pterodáctilo con una manguera de alta presión. Me gusta mucho tener fiesta los días lectivos, a mi alrededor el mundo se ocupa de sus obligaciones y yo no tengo nada mejor que hacer que contemplarlo. Viva San Ramón.

martes, 19 de junio de 2007

Duendes

Por la mañana llamé desde el trabajo a P., de catorce años, para pedirle que sacara del congelador unos filetes de ternera. Estaban muy ricos cuando los comimos al mediodía con una ensalada. Por la tarde, a eso de las siete, M. pasó junto al congelador y se dio cuenta de que había un pequeño charco en el suelo. P., la eterna despistada, se había dejado la puerta abierta. Algunos alimentos estaban ya descongelados o casi descongelados: pimientos verdes del huerto de mis padres, buñuelos de bacalao y chipirones enharinados que sobraron en Navidad, brócoli, espárragos verdes, carne para hacer sopa, dos bolsas de setas variadas, rodajas de lomo de atún, dos sepias, alcachofas, zanahorias, judías verdes, habas tiernas.

Rápidamente me he puesto a cocinar: las setas las he guisado al ajillo con una guindilla seca, de esta manera se pueden guardar para otro día y sobre unos espaguetis o arroz blanco son buenísimas; he frito los buñuelos, los chipirones y los pimientos; he cocido las verduras para hacer una gran ensaladilla, he puesto a hervir un caldo de sopa, he dejado para mañana el atún, y para cenar he hecho en la plancha los espárragos trigueros y las sepias, acompañadas con una salsa de ajos picados, perejil, aceite, limón y sal. En el pequeño equipo de la cocina sonaba un disco de música celta. Rodeado de fogones y cazuelas me sentía tan atareado como un duende.

viernes, 15 de junio de 2007

Dientes de león

Nos apostamos junto al río antes del amanecer, a la hora en la que las bestias regresan a sus madrigueras, sombras furtivas entre sombras azules. El jefe de la tribu nos había conminado a permanecer absolutamente inmóviles y en silencio en nuestros escondites hasta que los recién llegados viniesen hacia nosotros, igual que hacíamos durante la caza del mamut.

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Al cabo de lo que me pareció mucho tiempo uno de nuestros exploradores surgió al galope entre los árboles agitando su jabalina. Reinaba una extraña calma en el prado cuando el centurión dio orden de que uniésemos los escudos y desenvainásemos las espadas. Durante unos minutos pudo oírse perfectamente el zumbido de los insectos volando sobre los dientes de león y las espigas. Después un rumor parecido al del océano golpeando en las rocas fue creciendo en la profundidad del bosque.

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Las balas de los mosquetes silbaban en el aire, de pronto se oía un grito y una figura caía fulminada y desaparecía bajo las polainas de los infantes de la siguiente línea. El redoble de los tambores nos empujaba a paso de marcha hacia el enemigo, tal y como nos habían entrenado. El cielo amenazaba tormenta, la atmósfera del valle estaba cargada de electricidad, los colores chillones de las casacas refulgían bajo las nubes negras.

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Lo primero que vi cuando el comandante accionó la palanca que abría el portón de la lancha fue un horizonte de palmeras. Explosiones de mortero levantando grandes masas de arena oscura en la playa. Salpicaduras en el agua.

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Dejo que los minutos y el calor pasen sobre mí como pasan sobre los escombros que me rodean. No pienso nada. No siento nada. El primer vehículo de la caravana asoma al final de la calle y se detiene. A través del visor de mi rifle observo el rostro del ametrallador de la torreta, apenas un adolescente que masca chicle y protege sus ojos con unas gafas de sol último modelo. El estampido del disparo coincide con la voz del muecín llamando a la oración, su salmodia flotando en la luz polvorienta del atardecer.

sábado, 9 de junio de 2007

Siega

Después del ensayo

Cuando salimos del Chanti todavía hay gente en la terraza tomando una copa. Con la llegada del buen tiempo los viernes se han hecho más largos y los camareros se miran unos a otros con una resignación no exenta de cierto atisbo de rebelión.

Esta noche nos hemos reunido tres en el bar: yo y dos de las amigas que más quiero en el coro. Hemos hablado de música, de las nuevas piezas que estamos ensayando. Qué agradable resulta estar con personas interesantes, solamente eso, estar a su lado charlando despreocupadamente entre sorbo y sorbo, riendo a ratos, tarareando algo, siendo generosos y siendo también mordaces sobre esto y aquello, siendo un poco buenos y un poco malos, ondulantes algas mecidas por la corriente de nuestra naturaleza.

jueves, 7 de junio de 2007

Cerezas

Soy de la opinión de que, sobre todo a partir de cierta edad, es absurdo tratar de convencer a nadie de nuestras ideas políticas, pues todos tenemos acceso a los mismos medios de información, todos tenemos ojos y oídos, la realidad se presenta desnuda ante nosotros y, sin embargo, nos empeñamos en ver cosas distintas. Por ejemplo: donde yo veo la postura más desleal que ninguna oposición ha mantenido en este país desde la instauración de la democracia, otros ven responsabilidad y sentido de estado; o si yo veo en la fracasada negociación con los terroristas vascos un intento legítimo y necesario que había que explorar para acabar con la violencia, otros ven con total claridad la rendición del gobierno, una cesión del estado de derecho, precios políticos, alta traición, y poco importará que el mismo fin de la tregua demuestre que estaban equivocados. Así que hace ya mucho tiempo que desistí de discutir de política, exceptuando a los familiares más cercanos y los amigos íntimos. No más pomposa arrogancia, no más ironía ni catastrofismos ni calificaciones personales.

Hoy, por primera vez en lo que llevamos de año, ha empezado a hacer verdadero calor. El verano asoma en las risas infantiles y el chapoteo de las piscinas que ya han abierto sus puertas. La estación de las cerezas sigue su curso.

lunes, 4 de junio de 2007

Carteles

Todavía no han retirado los carteles de la última campaña electoral. En ellos los maquillados rostros de los candidatos continúan sonriendo con mayor o menor naturalidad, ignorantes del futuro que ahora ya conocemos. Los ciudadanos que fueron a votar han hablado. Yo no lo hice, por primera vez en toda mi vida. No tenía candidato y a última hora me dio pereza ir a votar en blanco. Será distinto dentro de un año, cuando se convoquen las elecciones generales. Entonces sí hablaré. En mi caso es absolutamente erróneo ver en las elecciones locales un anticipo de los resultados de las que decidirán el gobierno del estado.

Todavía no han retirado los carteles de la campaña finalizada; tampoco los del puente sobre el río Vero, aquellos en los que día a día anónimos artistas fueron pintarrajeando bigotes de muchas clases, gafas, ojos bizcos, dientes negros, colmillos de vampiro.

Músculos

Anoche estaba tan cansado que ni siquiera cené. Ahora mismo, después de casi ocho horas de sueño reparador, los músculos de mis piernas vuelven a tener energía para llevarme por el mundo. Nunca dejan de sorprenderme estos milagros.

sábado, 26 de mayo de 2007

Dioses pequeños

Esta tarde compartimos
la mesa del salón,
separados por la pantalla
del ordenador portátil.
Mi mujer corrige exámenes
en la recta final del curso
y yo intento escribir.

Me gusta estar así,
en silencio los dos,
mientras en el horno de la cocina
se asan lentamente
cinco pimientos rojos
y tres berenjenas.

Ella levanta la vista
y me mira un instante,
no arrasada de amor,
no ardiendo en deseo,
me mira nada más, sonríe y
vuelve a zambullirse
en su trabajo.

Oh, pequeños dioses
de las cosas sin importancia,
conservadlas en mi memoria
tan ciertas y verdaderas
como ahora.

martes, 22 de mayo de 2007

Ella sonreía

Cuando regresaba de depositar la basura en los contenedores me crucé con una chica de pelo corto. Ella caminaba mirando el suelo de la acera y sonriendo. Calzaba zapatillas deportivas de color blanco. Los vencejos chillaban en el aire de la calle. La joven desconocida pasó a mi lado sonriendo para sí misma, ajena al mundo, y eso fue todo.

Té rojo

A eso de las seis de la tarde calenté una taza de agua, puse en ella dos bolsitas de té rojo y la tapé con un platillo. Después de tres o cuatro minutos levanté el plato y el aroma humeante de la infusión trajo inmediatamente a mi cerebro el olor de la piel de los caballos.

domingo, 20 de mayo de 2007

Partidos

Sale del vestuario con el pelo mojado, la bolsa azul al hombro y el rostro serio. Me acerco, le doy un beso, le digo: "¿Qué pasa, cariño?", él me dice: "Nada, vámonos, papá". Me despido de los otros padres y nos alejamos en dirección al coche.

Mientras regresamos a casa mi hijo guarda silencio. Yo sé lo que le sucede, no ha jugado bien, mi pregunta fue una reacción instintiva. Lo miro de reojo y una oleada de amor crece inesperadamente desde mis intestinos hasta alcanzar las mejillas, casi sofocándome. ¿Debería volver a contarle que yo era un pésimo futbolista, que en el patio del colegio siempre era el último en ser elegido por el capitán del último equipo en elegir? Eso le hace reír y son datos ciertos (así como que era torpe, carecía de concentración y ganar o perder me resultaba indiferente). Pero entonces él deja de mirar por la ventanilla, se vuelve y me pregunta: “¿Haremos un vermut?”. “Claro, ¿qué te apetece?”. “¿Hay aceitunas y boquerones?”. “Me parece que sí”. Por primera vez sonríe, dice: “Al menos hemos ganado el partido, ¿verdad?”, y añade a continuación: “Tengo un hambre que no veas”.

martes, 15 de mayo de 2007

Esqueletos

Ayer soñé con V., un amigo del pasado. Caminábamos por un mercadillo seguidos de cerca por un grupo de niños desharrapados. Al pasar junto a un puesto de sombreros V. se detenía, compraba varios modelos de distintas formas y colores, y a continuación los repartía entre los chiquillos, quienes, entusiasmados, se alejaban dando saltos y gritos.

Hoy he soñado con otros amigos, también del pasado. En el sueño Zaragoza era una ciudad en ruinas. J. y K. venían a buscarme a casa de mis padres. En el edificio ya no existía el ascensor y la escalera había quedado expuesta a la intemperie como si la hubiesen bombardeado, así que mientras bajaba a la calle saltando los peldaños de cuatro en cuatro podía sentir en el rostro el aire de la mañana. Después los tres paseábamos entre callejuelas estrechas de paredes de piedra. En el sueño yo era capaz de percibir, casi físicamente, el tenue menosprecio que J. sentía hacía mí, y tenía ganas de preguntarle a qué se debía y avisarle de que cuando fuésemos adultos esa displicencia sería causa de nuestra ruptura definitiva, pero, no sé por qué, me mantenía en silencio. Había mucha gente en las tabernas del barrio marinero, el ambiente era de fiesta, incluso creo recordar guirnaldas y banderines colgando entre las fachadas, cuando de pronto me encontré solo en una ciudad que ya no era Zaragoza sino San Sebastián. La memoria del sueño se esfuma lentamente mientras busco el rumbo que me lleve al antiguo acuario y su esqueleto de ballena.

jueves, 10 de mayo de 2007

Placas tectónicas

M. corrige exámenes. El mandarino de la terraza del salón se cubrió de pequeños y apretados capullos blancos. C. trabaja en sus deberes. Al fin regresaron los vencejos a sus nidos de adobe en el alero. P. está en Madrid, en un viaje de estudios. Donde hay chopos flotan en el aire sus copos de algodón. Mis padres están en Cáceres haciendo turismo. Las placas tectónicas que convertirán el mediterráneo en una cordillera más alta que el himalaya se mueven bajo la corteza terrestre a una velocidad de cinco centímetros por año. En el silencio de la casa sólo se escucha el sonido de mis dedos pulsando las teclas del ordenador.

lunes, 7 de mayo de 2007

Escribir

Siempre he pensado que escribir consiste en formular el pensamiento, y esta posibilidad sirve lo mismo para una lista de la compra que para un poema, un ensayo o una novela. El pensamiento (la memoria, la imaginación) es ininteligible en sí mismo, pero con la escritura podemos enfocarlo, ordenarlo, transformarlo en un huerto.

También: del mismo modo que a todos los seres humanos nos gusta escuchar el ruido de la lluvia, el del mar llegando a la playa o el del fuego crepitando en la leña, igualmente nos gusta oír el que hace nuestro cerebro, se parezca a una manada de búfalos golpeando el suelo en estampida o al arroyo cristalino que desciende de la nieve entre las piedras.

sábado, 28 de abril de 2007

Atlas

Al principio las líneas se dibujan
al albur de la risa, la sorpresa,
la pena, la carcajada;

al principio, durante algunos años,
el mapa resiste todos los envites,
inmune a la insistencia.

Después, poco a poco, como
cuando se hace de noche o se hace de día,
van quedando huellas,

memoria geográfica
junto a los ojos, en la comisura
de los labios, en la frente.

Así el placer y el dolor
van dibujando su atlas sobre nosotros
como la lluvia en las montañas,
como el mar en las rocas,
como el viento en el agua.

jueves, 26 de abril de 2007

Unas botas rojas

Hace unos días me encontré con un antiguo compañero de trabajo en una gran superficie de material deportivo de Lérida. Habían pasado ocho o nueve años desde la última vez que nos habíamos visto, pero creo que nos alegramos sinceramente de vernos, esas cosas se notan. Charlamos durante unos minutos sobre esto y aquello, la familia, el trabajo, la vida, y nos despedimos dándonos la mano y deseándonos lo mejor para el futuro.

Mientras C. se probaba distintos modelos de botas de fútbol me dio por pensar en tanta gente perdida, tantas personas que en algún momento de mi experiencia compartieron conmigo la suya para después desaparecer tragados por mudanzas, pereza, desencuentros o simple decepción. En mi mente resucitaron durante unos segundos docenas de rostros y voces que regresaban desde los más remotos días de mi infancia. Qué habría sido de ellos. ¿Me arrepentía de algo? Desde luego que sí, no me siento orgulloso absolutamente de todo lo que he hecho, pero ¿navegar no es acaso dejar atrás el horizonte? ¿no es llegar y marcharse?

“¿Te gustan estas, papá?", me preguntó C. mostrándome unas botas rojas. “Son muy bonitas”, le contesté, recordando que las anteriores eran azules. “Me las quedo, ¿vale?”. “Vale”. Con la caja bajo el brazo nos pusimos en pie y nos alejamos de allí.

martes, 24 de abril de 2007

Promesa

Despierto a las cinco de la mañana, cuando todavía es de noche, y me doy cuenta de que ya no voy a poder volverme a dormir, así que regreso a Kapuscinski y Heródoto en el punto en el que los dejé hace unas horas.

A las seis me levanto de la cama, me peso en la báscula, me ducho, me afeito, preparo bocadillos, me sirvo un café con leche. Fuera, en las calles y sobre los tejados, todos los pájaros de la comarca cantan al mismo tiempo, jubilosos por el comienzo de un nuevo día en el mundo. También para mí es éste un momento preferido: la resurrección de la luz, su promesa de esperanza y descubrimientos.

martes, 17 de abril de 2007

Martes de abril

Pantalón de pana y camisa de manga corta. Por la mañana luce un sol radiante y por la tarde cae esta suave llovizna que hace crecer la hierba a ojos vista.

sábado, 14 de abril de 2007

La quinta estación

Todo sucedió mucho más deprisa de lo que habíamos imaginado: los polos comenzaron a fundirse elevando el nivel de los océanos, que en todo el planeta inundaron estuarios, puertos, ciudades y autopistas; los bosques huyeron al norte perseguidos de cerca por el desierto y sus tormentas de arena; se extinguió el oso polar, desaparecieron los batracios, miles de cadenas tróficas se rompieron acabando con millones de especies de plantas, peces, aves, insectos, mamíferos marinos y terrestres.

Mientras los avances científicos lograban crear cuerpos y órganos artificiales que nos convertían virtualmente en seres inmortales, el cambio climático nos precipitaba inexorablemente hacia la desolación de Marte. Nuestra única posibilidad de supervivencia consistía en la exploración y colonización de otros sistemas planetarios, pero cualquiera podía darse cuenta de que ya no había tiempo: el lugar más lejano que los seres humanos habían alcanzado eran las colonias mineras de la luna.

Fue entonces cuando nos dimos cuenta: si no había salvación en el futuro deberíamos buscarla en otra parte. La primera propuesta seria llegó de Japón, país que el veintiocho de mayo de cuatro mil quince había logrado enviar a una ingeniera del ejército al veintiocho de mayo de cuatro mil catorce. Ciertamente se trataba de un paso muy pequeño, el primer salto, pero era el comienzo de la mayor aventura que jamás había emprendido nuestra especie: la colonización y reparación del pasado de nuestro propio mundo agonizante. A este proyecto se le llamó La quinta estación.

viernes, 13 de abril de 2007

Extraña inteligencia

La columna está formada por hormigas muy pequeñas y mide tres o cuatro metros de longitud. Comienza en el quicio de la puerta que da al exterior, prosigue junto a la pared, bordea tres librerías de madera y después se expande en pequeños grupos de reconocimiento por el centro de la sala. Observo durante un rato sus movimientos, maravillado ante tan extraña inteligencia, y a continuación rocío la zona con aerosol venenoso. Es tan potente que los insectos mueren casi en el acto. En pocos segundos todo ha terminado.

lunes, 2 de abril de 2007

Cápsula de tiempo

Mientras esta mañana, camino del trabajo, contemplaba al fondo del paisaje, a cientos de kilómetros de distancia, las blancas cimas nevadas del Pirineo, en la hierba del arcén de la carretera se erguían las primeras amapolas del año con sus temblorosos pétalos de piel de párpado, pinceladas rojas sobre verde bajo un cielo casi negro.

No ha dejado de llover en toda la tarde. El repiqueteo de la lluvia acaricia mi cerebro y lo consuela. Salgo a la terraza, pongo mi cámara de fotos en el suelo, frente a la leña desordenada, y grabo una pequeña cápsula de tiempo.

viernes, 30 de marzo de 2007

No es justo

No es justo, no
es necesario
escribir nada.

No es nuestro deber
y salvación.

martes, 27 de marzo de 2007

Un escenario

¿Fuma? No, lo dejé el año pasado. ¿Alcohol? Sí, eso todavía no lo he dejado. ¿Cuánto? Vino en las comidas, no siempre, y algún whisky por la noche. El médico, que es más joven que yo, escribe en el formulario: bebedor moderado. Estoy en ese momento vital: algunos médicos son más jóvenes que yo, algunos profesores de mis hijos son más jóvenes que yo, etcétera. La enfermera que hace unos minutos me ha extraído sangre tenía aspecto de ser un poco mayor que yo, ahora que lo pienso, aunque con las mujeres es muy difícil adivinarlo. Le ha costado encontrarme la vena. ¿No te irás a desmayar, verdad?, me ha preguntado. No, todo lo contrario, me gusta mirar, le digo, antes de contemplar con curiosidad cómo la aguja penetra lentamente en mi carne, cómo bombea la sangre oscura hacia el interior de la jeringa. ¿Has traído la muestra de orina? Oh, sí, perdona, me había olvidado. Con el brazo izquierdo doblado para evitar el hematoma del pinchazo saco del bolsillo derecho de mi abrigo un pequeño recipiente de plástico lleno hasta la mitad y se lo entrego. Ella le adhiere una etiqueta con mis datos y lo guarda en una bandeja junto a las meadas de otras personas. Cerca hay otra bandeja, más reducida, con muestras de sangre. Me parece observar que la mía es más negra que las demás, y estoy a punto de comentárselo a la enfermera cuando ésta me dice que regrese a la sala de espera, que el doctor me llamará a su despacho. Qué absurdo, ¿a cuento de qué habría de ser mi sangre más oscura que la de los demás? Me siento en una de las sillas individuales de diseño. Son las nueve y cuarto de la mañana en Huesca. Giro la cabeza para echar un vistazo por la ventana, que en esa zona de la clínica se abre a un feo, degradado y típico patio trasero con sus contenedores de basura y unos cuantos palés amontonados en una esquina. Parece un escenario. Esta mañana también lo parecía la calle donde vivo, a ochenta kilómetros de aquí. Eran las seis y media y no se veía a nadie. No hacía mucho frío, como sucede siempre antes del amanecer. Qué cruda era la luz de las farolas. Una voz de barítono pronuncia mi nombre. Me levanto y el médico que es más joven que yo esboza una sonrisa desde el quicio de la puerta. Entro. Él se sienta detrás de su mesa y yo me siento al otro lado. Dice: voy a hacerle unas pocas preguntas, ¿de acuerdo? Adelante. ¿Fuma? No, lo dejé el año pasado.

sábado, 24 de marzo de 2007

Literatura

Un pollo de corral limpio y listo para asar,
seis litros de leche semidesnatada,
dos masas de pizza frescas,
un kilo y medio de naranjas de postre,
tres kilos de patatas,
dos bandejas de borrajas lavadas,
cuatro cajas de tomates cherry,
una bolsa de espinacas,
una bolsa de rúcula,
dos fuets,
una docena de botellines de cerveza,
un chorizo dulce,
un manojo de espárragos trigueros,
una botella de whisky escocés,
medio kilo de espaguetis,
queso parmesano,
queso feta,
una bandeja de ternasco,
queso roquefort,
crema de camembert,
pan de molde sin corteza,
café,
té verde,
agua mineral,
dos bolsas de patatas fritas,
una caja de pastillas para el lavavajillas,
papel higiénico húmedo,
medio kilo de macarrones,
suavizante para la lavadora,
dos docenas de huevos,
un kilo de arroz,
atún en aceite,
dos latas de berberechos,
una lata de calamares en salsa americana,
un kilo de kiwis,
tres latas de mejillones en escabeche,
cuatro latas de aceitunas rellenas de anchoa,
doscientos cincuenta gramos de cacahuetes,
papel de aluminio,
té rojo,
un frasco de colonia infantil,
ciento setenta y seis con veintinueve euros.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Despertar

Lo primero en despertar es mi oído: uh-uuuh, uh-uuuh, zurea una tórtola en el exterior. Abro los ojos. El dormitorio es un espacio de sombras azuladas. Me doy la vuelta en la cama para mirar la puerta que da a la terraza: la luz de la calle es pálida y gris. Hasta que el sol no esté un poco más alto no aparecerán los colores. La casa está en silencio. Hoy he sido el primero. No es frecuente que me despierte sin ayuda del reloj, pero ayer estaba agotado y me acosté temprano. Ahora, después de ocho horas de sueño profundo, me siento fresco, recuperado, expectante. Dentro de unos minutos me levantaré en silencio y vaciaré mis intestinos, me ducharé, me afeitaré, me vestiré, prepararé los almuerzos de mi familia, tomaré un café con leche. Dentro de unos minutos. No ahora mismo. Uh-uuuh. Uh-uuuh. La luz está cambiando. Los colores comienzan a resucitar.

jueves, 15 de marzo de 2007

Había un perro

Había un perro de edad indefinida en la puerta del edificio donde trabajo, esperando obedientemente a su dueño. Me he acercado a él y le he dicho “hola”. Ha movido el rabo. Me he puesto en cuclillas y le he acariciado el cuello y el lomo. Era un buen perro y me ha permitido mirar de frente el abismo de sus ojos sin mostrar inquietud. Durante unas milésimas de segundo me ha parecido verme reflejado en ellos. Algo parecido a la paz ha invadido mi corazón. No sabría explicarlo.

martes, 13 de marzo de 2007

Astilleros

No es que pensara que al hacerse adulto dejaría de soñar, pero le sorprende seguir haciéndolo con la misma intensidad que cuando era pequeño. Esta noche, por ejemplo, caminaba a través de las calles de una ciudad familiar y al mismo tiempo extraña. A pesar de las horas transcurridas recuerda perfectamente la claridad de los muros y las aceras bajo un cielo cubierto de nubes negras. Astilleros. La tensión del aire anunciando la tormenta. Balcones antiguos en las fachadas. El olor del mar.

domingo, 11 de marzo de 2007

Suavidad

El viernes despedimos a un compañero que se jubilaba. Él, además de colega, es también granjero y agricultor, y nos regaló una docena de huevos de su corral a cada uno, y abrió una botella de vino dulce casero para acompañar unos pasteles que había comprado.

Ayer sábado recorrimos dos veces los doscientos cincuenta kilómetros que hay entre esta mesa y el huerto de mis padres. De nuevo nos reuníamos todos, algo que no sucedía desde Navidad. Coches aparcados en batería, niños de diferentes edades corriendo y chillando por doquier, platos y bandejas de comida, buena bebida, en fin, lo de siempre (maravillosamente "lo de siempre"). Me sentí feliz al ver casi totalmente recuperada a mi hermana pequeña, con quien había estado por última vez a finales de febrero en un hospital de Pamplona.

Hoy el domingo ha transcurrido lenta y pacíficamente. Al mediodía he preparado una fideuá de sepia, y por la noche me he ensimismado de tal modo pelando patatas que al final he tenido que hacer dos tortillas en vez de una. Ahora tengo en la boca el sabor del ajo picado de la ensalada de tomate, y no me desagrada. Bebo un sorbo de whisky. Levanto la vista y contemplo la inmóvil cortina exterior de la terraza. Aunque el viento se ha calmado puedo sentir cómo mi mundo se precipita suavemente.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Cambios

El tiempo ha cambiado bruscamente. Ayer a las tres, cuando me detuve en la carretera comarcal para observar el cuerpo de un jabalí atropellado, lucía el sol sobre los campos de color esmeralda y los almendros blancos; hoy a la misma hora llovía en forma de ráfagas violentas que agitaban el coche y hacían caer los pétalos de los árboles.

Al llegar a casa me he dado cuenta de que un pequeño charco de agua se había infiltrado por la puerta de la terraza, así que he ido a buscar un periódico viejo para repartir sus hojas sobre la zona. Siempre me pasa lo mismo: qué interesantes me parecían ahora los artículos y noticias que había dejado pasar de largo en su día. Han tenido que llamarme a la mesa por tercera vez para que dejase de leer las páginas que a continuación iban a absorber la lluvia invasora.

domingo, 4 de marzo de 2007

Ciencia ficción I

La tierra, marzo de dos mil siete. No existen colonias humanas en otros planetas, ni siquiera en la luna. Una joven española estudia una partitura en un apartamento en Salzburgo. La estación espacial internacional orbita a trescientos ochenta y seis kilómetros de altura, la máxima distancia que una población estable de nuestra especie ha logrado alcanzar en el espacio. La floración de los almendros ha dado comienzo a la temporada de los apicultores.